Tres efectos de la vida sedentaria

Por Langelesdlsierra

En Estados Unidos se considera al sedentarismo como la segunda mayor amenaza de salud pública, solo superada por el consumo de tabaco. Y es que aunque el cuerpo humano está diseñado para la actividad física continua, incluso intensa, el ejercicio no suele formar parte del estilo de vida occidental. De ahí el reciente incremento de enfermedades crónicas como la hipertensión o el dolor de espalda, relacionadas con la falta de actividad física y conocidas también como patologías hipocinéticas (de hipo, ‘falta de’, y cinética, ‘movimiento’). Estos son tres efectos de llevar una existencia demasiado sedentaria:

Acorta la vida. Las cifras no dejan lugar a dudas: si a partir de hoy todos decidiéramos pasar 3 horas menos sentados cada día y, simultáneamente, redujésemos el consumo de televisión a un máximo de 2 horas diarias, nuestra vida se prolongaría tres años y medio más, según un estudio norteamericano basado en 167.000 adultos y publicado el año pasado en la revista BMJ Open. Por el contrario, permanecer 6 horas al día frente a la pantalla del televisor reduce la longevidad hasta en 5 años, tal y como se podía leer hace poco en British Journal of Sports Medicine.

Aumenta el apetito. Puede resultar paradójico, pero no lo es. Si permanecemos mucho tiempo inactivos nuestro cuerpo deja de secretar irisina, una hormona descubierta por científicos la Escuela de Medicina de Harvard (EE UU) que, entre otras cosas, se ocupa de que las células de grasa blanca o “grasa mala”, que se acumula y causa obesidad, se conviertan en grasa parda o “grasa buena”.

Reduce la calidad del semen. La fertilidad también puede verse perjudicada cuando nos apoltronamos durante demasiado tiempo en el sillón. Los hombres que llevan una vida sedentaria tienen menos volumen de eyaculado, espermatozoides más lentos o más escasos y menos cantidad de testosterona y otras hormonas necesarias para la formación del esperma que aquellos que practican ejercicio moderado, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Córdoba publicado en la revista European Journal of Applied Physiology.

Fuente : Muy interesante