EN UN PÁRRAFO (O DOS...).- Director de larga e irregular carrera, Robert Altman escribió y dirigió en los inicios de la misma, allá por los setenta del pasado siglo, varios títulos que le otorgaron un prestigio cinéfilo tan merecido como intenso; y, entre ellos, sobresale este relato morboso y extraño, 'Tres mujeres', una cinta en la que la premisa argumental y el desarrollo de la trama, aun moviéndose en márgenes relativamente convencionales, ceden su prevalencia a la captación de una atmósfera de incertidumbre insana y un tanto lunática, la que marca la personalidad de sus protagonistas, esas tres mujeres que exhiben un comportamiento que, bajo la máscara de la cotidianidad, esconde una carga profunda de desequilibrio, un continuo moverse en el borde que separa lo racional de lo desquiciado, hasta generar en el espectador una sensación continua de desazón y desconcierto, que ni siquiera un final que cuesta calificar como previsible (aunque quizá sea el único que puede otorgar coherencia al desarrollo previo) apacigua. Cine para salir después a la calle y no pararte a darle fuego a la primera chica que se te acerque con un cigarrillo apagado...
EN SU HABER.- 1, el sabio uso de los elementos formales con que Altman realza los matices más desasogantes de su propuesta: encuadres que juegan con imágenes especulares que rompen el plano-contraplano en diálogos directos, ubicación de una cámara que juega al ojo-espía siguiendo a las protagonistas a distancia, o una banda sonora, a cargo de Gerald Busby, que oscila entre lo inquietante y lo irritante; todo un catálogo de 'componentes' al servicio del 'malestar' del espectador; 2, la naturalidad con que el guión de Altman despliega la 'inversión' de roles entre los dos personajes principales, en una vuelta de tuerca que impulsa a la cinta a un sostenimiento permanente de la tensión dramática; y 3, la interpretación de una Sissy Spaceck que, si bien no acaparó los premios y reconocimientos que sí se llevó una también inspiradísima (y amarillísima) Shelley Duvall, dota a su personaje (más complicado, dado su arco de desarrollo) de un punto de desquiciamiento e imprevisibilidad admirables.EN SU DEBE.- El punto de indefinición, esa 'tierra de nadie' narrativa, en que se mueve el personaje de la 'tercera en discordia', Willie, una mujer que, a falta de palabras, se expresa con sus pinturas, pero que no llega a conseguir un peso dramático suficiente como para poder considerarse un componente de influencia decidida en la trama principal. Es una opción arriesgada, y su resultado no llega a alcanzar el punto de tensión que el clima de la historia reclama.UN PLANO (O VARIOS...).- Cualquiera de aquellos generales en que vemos el coche de Millie y, atrapado por la parte inferior de la puerta del lado de la conductora, un trozo del bajo de su falda. Imposible definir mejor el carácter de un personaje con un detalle más aparentemente irrelevante.CALIFICACIÓN: 7 / 10.-