Ahora hace 132 que Robert Koch publicó el hallazgo del bacilo causante de una enfermedad transmisible que ha causado millones de víctimas a lo largo de la historia, y que continua afectando a millones de personas en el mundo: la tuberculosis. Y, notablemente a los niños: un millón cada año
Se han identificado casos de tuberculosis ósea en tumbas del antiguo Egipto, y más tarde en Roma y sus colonias. Personajes famosos murieron de “consunción”, como se conocía la forma crónica de la infección. Su extensión llevó a llamarla “la peste blanca“: peste por su amplia distribución y blanca por no causar el cuadro de insuficiencia respiratoria y asfixia que la peste pulmonar–ésta causada por la Yersinia o Pasteurella pestis–causa en los casos mortales que tornaba cianótica la cara de las víctimas. Contrastaba en cambio la palidez de las víctimas con las chapetas rosadas de las mejillas.
Las formas clínicas son variadas dependiendo de la edad, la froma de contagio y las condiciones subyacentes. Por mi edad he tenido la lamentable oportunidad de ver casos de todas las formas: tuberculosis pulmonar, miliar, meningitis, tuberculosis ósea, renal, ovárica, cutánea, y hasta nódulos mesentéricos en necropsias. Hoy día los problemas más acuciantes son la existencia de bacilos multiresistentes y la asociación con el SIDA, que a veces son la misma cosa.
Las connotaciones sociales incluyen:
- La infeccion se adquiere en el entorno social próximo
- Exclusión y estigmatización de los pacientes y sus familias
- Asociación con la pobreza, el hacinamiento y la falta de atención sanitaria adecuada
- La necesidad de medidas de aislamiento en los casos agudos, que separan los niños de sus familiares contagiosos
- Conflictividad con el sistema escolar, que no siempre entiende que los niños con tuberculosis no son contagiosos
- Dificultades de cumplimiento de los tratamientos (compliance) por lo largos y costosos
Lamentablemente aún queda tiempo antes de que podamos considerar la infección por el Mycobaterium tuberculosis como algo del pasado. Mientras tanto, además de afilar nuestros recursos diagnósticos, utilizar nuestro arsenal terapéutico con precisión y organizar el control epidemiológico de manera eficaz, debemos aportar el apoyo necesario para que los componentes sociales puedan también minimizarse.
X. Allué (Editor)