Turandot se estrenó el 25 de abril de 1926 en La Scala de Milán, con música de Giacomo Puccini, que al no poder finalizar la partitura, se vio concluida por Franco Alfano. El libreto de la ópera corrió a cargo de Giuseppe Adami.
Puccini ya alejado del verismo, plasmó una leyenda persa en una de sus partituras más afamadas, y posiblemente más populares. Nuestro autor escribió una ópera oscura, de inquietante música en no pocos momentos, en la que Puccini parece desprenderse de todo aquello que le caracterizó, para solo dejar constancia de su impronta verista en el personaje de Liù, sin duda el más lírico de la partitura y cuya sensibilidad conmueve al más pintado.El osado Calaf dispuesto a perder la cabeza por la hierática y tiránica Turandot es el encargado de desencadenar el drama, para que se nos cuente aquello que Puccini quiso, es decir, plantearnos una historia en la que la arbitrariedad del poder y los diferentes tipos de amor existentes que son los que al final hacen que el mundo marche se encuentran muy patentes, y donde cada personaje desprende en su carácter la simbología pertinente.Puccini llevó a cabo una composición imponente, de tremebunda orquestación, incluso ciertamente grandilocuente por momentos, en la que el coro funciona casi como narrador de lo ocurrido en escena, de forma realmente inusitada en el de Lucca, parco en coros habitualmente en sus óperas. Del verismo mas puro evolucionó hacia un simbolismo muy marcado, y una estructura musical muy diferente al de sus otras partituras. La partitura se caracteriza por unas atmósferas extremadamente conseguidas, y un lirismo realmente superlativo que hacen que sea una de las composiciones favoritas del gran público, y una de las óperas más representadas desde su estreno.Vayamos con el elenco, segundo en este caso, y bastante atinado en líneas generales.
Destacables comprimarios, Especialmente el Mandarín de Gerardo Bullón y el Emperador Altoum de Raúl Gimenez, ambos adecuadísimos para dos papeles muy expuestos y de indudable dificultad. Giorgi Kirof me pareció un competente Timur aunque quizás un tanto rutinario.Juan Martín Royo, Vicenç Esteve y Juan Antonio Sanabria, como Ping, Pang y Pong respectivamente. Correctos aunque con algunos problemas con el volumen en algunos pasajes. Las voces bien conjuntadas y parejas brillan en no pocos momentos resultando interesantísimo el trabajo de conjunto que sin duda debe ser resaltado. El trabajo actoral es uno de los más inspirados del espectáculo, en una función que se caracteriza por la nula dirección de los cantantes, y la escasa interacción entre los personajes.Miren Urbieta-Vega, soprano, como Liù.Urbieta- Vega planteó su Liù desde un lirismo muy marcado, y una sensibilidad extrema cantando, con un estimable uso del regulador, y un volumen considerable durante toda la función. La cantante donostiarra posee un bello timbre, una expresividad notable, y un buen uso del fraseo, siendo la única de la terna protagonista que insufló de verdadero sentimiento a su personaje, empresa realmente difícil dada la concepción del espectáculo.Roberto Aronica, tenor, como Calaf.Irregular, y reservón, Aronica sirvió una función en la que pareció estar mas preocupado por dar todos los agudos de la partitura, que si es cierto que tiene, que por mantener una línea adecuada y dar alguna dosis de emotividad a una interpretación un tanto anodina, y con problemas en el volumen. Desde mi situación en el teatro, la segunda parte del aria principal fue completamente inaudible, y en los números de conjunto la voz se perdió entre la masa coral siendo la tónica de su trabajo el prepararse para los momentos más comprometidos y no sacar partido a aquellos pasajes mas líricos. Aronica apuesta por un Calaf heroico y poco dado a sensiblerías, frío y poco involucrado.Oksana Dyka, soprano, como Turandot.Magnífica, en una Turandot amplia en volumen, de exquisita dicción, y que se ve perfectamente reflejada en la escena de los enigmas, ya que la voz de Dyka corta como un cuchillo el aire, y de impactante factura en su resolución. Me sorprendió muy gratamente la soprano ucraniana, que resulta adecuadísima para el papel, que solo se ve empañado ligeramente en la zona aguda, un tanto estridente y de color metálico, pero que no molesta en exceso dadas las características del personaje. Actoralmente fuciona mejor en la parte inicial del personaje, ya que el hielo pareció no romperse en ningún momento, algo que no me quedó muy claro si forma parte de la dirección de Wilson o de nuestra cantante. El giro actoral que debe dar Turandot no se encontró presente ni musical ni actoralmente, pero para ser sinceros no me importó ni lo más mínimo, ya que en líneas generales el trabajo en Turandot es de gran solvencia.Coro Intermezzo, con Andrés Máspero a la cabeza, a un nivel estratosférico y ascendente en cuanto a calidad. Los coros de Turandot son difíciles, excesivos, y de vital importancia para el buen desarrollo de la función, siendo en este caso uno de los activos mas importantes del espctáculo. Atronadores especialmente al final de la ópera, muy empastados y matizados en grado sumo.
Nicola Luisotti al frente de la Orquesta Titular del Teatro Real ofreció un trabajo de altura, en el que primó la espectacularidad del sonido, quizás un poco superficial, y mas verista que lo que Turandot pide, pero que resulta adecuada para el funcionamiento del espectáculo. Es decir, lo que perdemos por un lado lo ganamos por otro. Quizás nos encontremos ante un planteamiento musical un tanto excesivo, pero que personalmente agradecí mucho ante tanta frialdad escénica, y que me dejó un muy buen sabor de boca durante toda la función. Luisotti conciso y pulcro, llevó al paroxismo la partitura de Puccini, y me dejó anonadado en no pocos momentos, siendo el efectismo una de sus bazas más importantes, y aquello que definió la obra, todo ello dentro de un gran sentido de la teatralidad.