¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones?

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

31 escritores argentinos responden una misma pregunta del 'En cuestión: un cuestionario' propuesto y organizado por Rolando Revagliatti

¿TUS PASIONES TE PERTENECEN O SOS DE TUS PASIONES? PASIONES Y ENTUSIASMOS. ¿DIRÍAS QUE HAS IDO CONSIGUIENDO, EN GENERAL, DISTINGUIRLOS Y ENTREGARTE A ELLOS ACORDE A LA GRAVITACIÓN?

No, no hay gravitación. La pasión siempre gobierna. Porque es difícil discernir lo que nos sucede. Prefiero seguir la pasión, que me gobierne...

Eso desenfrenado que me lleva, no es mío, es algo que me pasa con vos. Y lo que pasa, es que a veces estás por todas partes y me doy cuenta, porque me pasa algo que no puedo, ni quiero frenarlo.

No sé si los distingo, trato de existir: es todo; claro que no se puede existir en forma continua, como tampoco se puede ser poeta en forma continua. La vida tiene una dimensión biológica y una dimensión espiritual artística creativa, cuando las dos entran en resonancia obtenemos momentos de existencia. El dilema es existir lo más posible por unidad de tiempo. Habría que distinguir dos tipos de tiempo, el tiempo continuo biológico físico... que fluye con sus ritmos y duraciones: pulso, respiración, segundos, siglos, solsticios, equinoccios... El tiempo discontinuo afectivo, que marca nuestro devenir, amores muertes fiestas que quedan grabados en nuestra memoria, ella también es discontinua... Arrancar algunas uvas al racimo de tiempo físico que gira y escapa, existir, es lo que buscamos.

Soy mis pasiones. Mejor dicho: soy mi pasión. La misma.

Soy emocional, dicen. Mi lectura del mundo está teñida por esa mirada. Pero no sólo: a veces, gestos que consideraba de camaradería o entusiasmo fueron leídos como extemporáneos o incomprensibles y mancharon para siempre complicadas redes de relaciones. Pero no aprendí mucho de la experiencia y repito algunos errores que dicta el entusiasmo.

Cada uno es hijo de sus pasiones. Yo trato de ser el auriga de las mías. Dicen que cada uno tiene la edad de sus pasiones.

Soy de los que arrancan muy racionales y comprensivos, y de repente ven todo rojo y vuelan por el aire sin calcular riesgos o conveniencias.

Creo que mis pasiones me pertenecen. Y también creo que fui logrando distinguir pasiones de entusiasmos. Envejecer sirve.

Los entusiasmos, desde ya, me parecen efímeros. Por el contrario, las pasiones perduran y me pertenecen, es más, determinan mi posición frente al mundo.

Si tuviera que diferenciar pasiones de entusiasmo, diría que las pasiones son peligrosas porque pueden hacerte perder perspectiva. El entusiasmo, en cambio, me parece más controlable, un motor que se enciende y ronronea a lo largo del camino, parando a descansar cada tanto (aunque para los griegos, la palabra "entusiasmo" significara esa locura religiosa donde las Bacantes, para honrar a Dioniso, se reunían de noche a la luz de las antorchas y acompañadas de una música de flautas mataban un ternero y se comían la carne cruda y sangrante).

Creo que ambas cosas, dependiendo de diferentes momentos de mi vida. Priorizando siempre el trabajo, como único medio de sustento para criar a mis hijos, pude poner mis pasiones en segundo plano y dedicarles las escasas horas que podía. Liberado parcialmente de esas obligaciones tengo mucho más tiempo para entregarle a mis pasiones, que son mías, que me pertenecen totalmente.

Es fundamental tener bajo control al animalete que somos, o dejaríamos detrás de nosotros un sendero cubierto de cadáveres. Es algo que se aprende, una capacidad adquirida. Ante una afrenta de cualquier tipo, el primer impulso es masacrar al atrevido, pero allí está la cultura y también levanta la mano la experiencia, que nos enseñaron que eso no debe hacerse. De todas maneras, siempre sentimos la falta de aquellos tiempos bravos en que se podía rajar a un tipo de un hachazo, desde la coronilla hasta el ombligo, una satisfacción inmediata, el privilegio de una época donde era desconocida la úlcera gástrica y la ingesta cotidiana de batracios. En cuanto a los entusiasmos, me encantan, así duren muy poco. La raíz griega del término es por demás maravillosa: significa "el dios en mí".

En otras épocas pudo haber sido, pero los años me han vuelto más moderada y cauta.

Mi edad me va convirtiendo de a poco en un apasionado con mesura. Una vez dije que mis textos son "encastres". Mi deseo recorre ese camino. Pongo mi pasión en tratar de ligar voluntades, acontecimientos que parecen en un punto inconciliables. No creo que nos apoderemos de nuestras pasiones. Ellas están en una esquina, de noche, y solo nos esperan. No queda otro remedio que sojuzgarnos a su capricho.

Ya sabemos que la gravedad siempre es para abajo. No sé si supe distinguirlos, pero sigo de pie.

Mis pasiones se fueron revelando en la medida que me iba conociendo y relacionando con el semejante. La interacción es mi verdadera pasión.

Me pertenecen, y poco a poco intento ponerlas en su lugar para que podamos convivir. Soy apasionado y eso me mantiene vivo; es lo que me hace saltar de la silla e ir detrás de algo, como un niño va tras una pelota.

Soy apasionada, no sabría decir hasta qué punto puedo gobernar las pasiones, a veces me resulta difícil poner límites. Cuando algo me entusiasma soy consecuente y desafío obstáculos, pero reconozco que he sido favorecida por mi entorno, tanto de familia como de amigos.

Todo lo que se genera en nuestro cerebro nos pertenece, pero no todo es manejable. Diferencio perfectamente pasión y entusiasmo; también elijo el peso de mi compromiso, aunque tengo mis arrebatos.

Mis pasiones me pertenecen a partir de que mi conciencia crítica llegó a su adultez. Antes -soy honesto- intentaron dominarme y, a veces, lo lograron, aunque siempre puse una distancia prudente para minimizar las consecuencias.

De los entusiasmos, puedo decir que me acompañó la cautela; tratando de no ofender la susceptibilidad de tan distinguida dama, los pude controlar.

A unas las he distinguido después que los otros, y siempre estuvieron relacionados a la gravitación de los acontecimientos y sus características. Supe distinguir de los hechos su verdadera importancia, y de los acontecimientos la incidencia que gravitaban en los actos que me pertenecían. Hoy practico un escepticismo nocivo para algunos, pero de muy buen resultado terapéutico para mi vida, aunque no estoy exento de grandes broncas conmigo mismo en algún momento. Siempre he sido muy crítico de mí mismo.

Soy apasionada por naturaleza, cuando emprendo algo lo hago "con todo", pero el paso del tiempo me enseñó a controlarme un poco.

Pasiones y entusiasmos, eternos y cambiantes.

No sé por qué, el uso de la "pasión" (que suele ir entre signos de admiración, se vean o no), ha derivado en cierta justificación de la teatralidad de uno mismo, y me resulta un poco molesto. Las pasiones existen, por supuesto, pero hablar de ellas me suena a bolero. Sin las pasiones faltaría un condimento importante; es imprescindible que existan, pero me parece bien combinarlas con algunos valores antiguos, como la discreción, cierto pudor para mostrarse, disimular al narcisista que todos llevamos puesto. Creo y mucho en el entusiasmo, que me fomento; y descreo de la gestualidad, que me molesta bastante: suelen servir para la auto exaltación.

La pasión puede ser estar en absoluto silencio, una mañana de domingo, leyendo; considero que las pasiones son inescindibles del yo, no soy sin ellas. Casi como los fantasmas, que ya de viejo he aprendido a sobrellevar y convivir con ellos sin exaltaciones, a veces, incluso, les tengo un poquito de lástima, ¡fijate éste, se ensaña con tan poca cosa!, les suelo decir. Con las pasiones me llevo mejor, nos sabemos a gusto el uno con el otro.

Soy de mis pasiones y puedo manejar mis entusiasmos.

Pienso que ambas cosas: me pertenecen y soy movido por ellas. Aunque debo decirte que me veo menos sujeto a las pasiones (en cuanto fiebres o fanatismos) que a los entusiasmos (más próximos al buen ánimo y la alegría), seguramente por la contención que opera en mí en cuanto a los excesos. Las pasiones son más fuertes y duraderas que los entusiasmos, aunque las dos confieren una vitalidad que me impulsa a ir más lejos.

No soy un apasionado. Por suerte o desgracia, dependiendo desde el momento y lugar que se lo mire, las pasiones nunca llegaron a envolverme. No creo nunca haberme entregado plenamente a nada. Mis entusiasmos son permanentes y, por lo tanto, poco expansivos. Los voy llevando. Nunca me sentí atrapado por ellos, pero los tengo, y han sido poderosos, me han sostenido y me han dado impulso.

La pasión es una violencia maravillada. El entusiasmo (entheos: en Dios) es necesario para crear.

Una pasión que me perteneciera, sería una suerte de oxímoron. La pasión, al menos para mí, se caracteriza por no poder asirla, se escapa, se instala y nos lleva puestos. Alguna vez, de joven, me he dejado llevar por alguna obsesión pasional, pero aprendí rápidamente a retomar el control. El entusiasmo es otra cosa. Lo distingo perfectamente. El entusiasmo es de duración limitada. Las pasiones no tienen fin. Hoy día, si hay pasión, me va a pertenecer.

Por momentos soy bastante racional y creo que cada vez más. Las pasiones me pertenecen. ¿Pertenecen?

Claramente distingo pasión de entusiasmo. Este último es temporal, motivado por algo en particular y condicionado a cierto interés también temporal o de época.

La pasión, en cambio, va conmigo a todas partes desde que se enciende y para siempre. Lo que no alcanzo a distinguir es si ella es mi sombra o yo de ella.