Resplandecía en medio de la noche. Sólo carretera y soledad extendidas a lo largo, como un camino hacia ninguna parte.Un centauro pensé cuando lo vi.Hacia arriba se ilumina su alargado torso de joven fosforescente. El contraste es evidente con su pelo corto y demasiado negro.Veo ahora un frágil pálido y desnudo que relumbra desde la cintura hacia arriba. Hacia abajo, se oscurece la chatarra en que ha quedado convertido. Mitad humano, mitad no. Amasijo de vidrios y metales retorcidos se mezclan con su sangre y su carne y su piel que nacieron de mi sangre y mi carne y mi piel.-Parece un ángel -pensé.-Pero no soy un ángel -me dijo. Soy tu hijo muerto.Teresa Calderón