En la colección Wallace de Londres, un pequeño cuadro de se convierte en un anclaje improvisado para la relación tortuosa y compleja que se establece entre Julie y Anthony, una joven estudiante de cinematografía y un funcionario de Asuntos Exteriores algo mayor que ella.
En el cuadro, una mujer ataviada a la moda del momento en que Fragonard pinta el cuadro en pleno rococó, graba las iniciales de su amado en la corteza de un árbol bajo la atenta mirada de su perro, la muestra de amor bajo la mirada de la fidelidad.
Julie aparece absorta del mundo que la rodea mientras nosotros miramos al personaje del cuadro, heroína rousseauniana, observando solamente su perfil, tapándonos el cuerpo lo que pueda haber detrás. Ese cuadro, que a lo largo del cuarto largometraje de la directora Joanna Hogg va a ofrecerse al espectador como recuerdo de la relación entre la pareja protagonista, dará pie a una de las escenas de mayor significado y coherencia estructural de la película, a la que volveré posteriormente. " The souvenir " es una de las sorpresas de la temporada, una vuelta de tuerca al melodrama para no caer en los lugares comunes.
Es " The souvenir" una película que, copiando el título del cuadro, no se contenta con captar la imagen estática del momento, sino que, a través del cuidado estético en la colocación de una cámara cuyos movimientos apenas se perciben o son inexistentes, radiografía los cambios en una mujer que inicia su andadura con una idea definida acerca de su futuro, y en unos pocos meses comprende que las verdades absolutas no existen al depender de la evolución de todo lo que la rodea, incluida ella misma. Si al inicio la joven futura cineasta aparece fotografiando lugares, personas, localizaciones donde situar una relación entre una madre y un hijo obsesionado por una eventual muerte de aquélla, en un entorno degradado y empobrecido como la ciudad de Sunderland a principios de los 80, el paso del tiempo, y no necesariamente mucho, irá haciendo cambiar su idea sobre el cine que puede realizar dándose cuenta de que para poder hablar de algo, hay que conocerlo y no basta con el deseo de querer cambiar las injusticias con el arte.
Marcada por una historia personal de la directora, que anuncia segunda parte inmediata, "The souvenir" habla de los mecanismos de confort, de las seguridades proporcionadas por la estabilidad económica de las clases medias-altas del Londres de los 80, que terminan siendo insuficientes para garantizar que esa despreocupación monetaria se traduzca en estabilidad personal y emocional. Resultando imposible racionalizar el sentimiento amoroso, la relación entre Julie y Anthony viene marcada, desde el principio, por una aparente descompensación entre la chica ingenua, idealista y soñadora y el hombre ya maduro, que en su mirada guarda la turbiedad de la desconfianza por lo que ya ha visto y que utiliza su imagen, su cultura y su mundo para ocultar sus propias inseguridades autodestructivas que se irán revelando. La historia amorosa va condicionando la evolución artística de la mujer, incluso antes de cambiar de centro educativo, cuando Anthony cuestiona la honestidad y capacidad para filmar un mundo que no conoce. En ese juego de "campo-fuera de campo", las elipsis y los cambios del registro creativo de Julie son producto de ese crecimiento personal como consecuencia de enfrentarse a las realidades dolorosas de la vida cotidiana.
El relato amoroso no evita la acumulación de otras capas sobre las que "The souvenir" va sedimentándose; la vida cultural del Londres de los 80, tanto cinematográficamente como musicalmente (Joe Jackson, Bronsky Beat, Bauhaus, Psychodelic furs, Gary Numan) moderada por el gusto operístico de Anthony; la necesidad festiva de una juventud en formación cuyo futuro es cuestionado con inquietud entre el capitalismo destructor del tacherismo y la amenaza real de los atentados del IRA en pleno centro de Londres; la vida estudiantil superada por el diletantismo exclusivo de un amante frecuentador de hoteles y restaurantes de lujo que terminan siendo pagados por la joven a costa del patrimonio familiar..... El relato va acumulando prismas para construir una figura poliédrica indefinida donde la palabra es menos importante que la imagen, una imagen cuidada, detallista, preferentemente rodada en interiores donde los espejos no son mero instrumento estético, sino equivalentes de la multiplicidad de puntos de vista que un mismo hecho puede ofrecer, pero que, desde nuestra subjetividad, sólo contemplamos de manera unidireccional, como si Terence Davies se hubiera trasladado a la actualidad de la mano del Kogonada de "Columbus".
Nada parece sencillo ni nada parece tener una única respuesta donde la atmósfera pesa más que la evidencia. El recuerdo se sitúa así por encima de la realidad del momento, el dolor de la mentira, de la decepción, del fracaso amoroso no puede eliminar el rastro permanente de un recuerdo concreto. Aquello por lo que los demás no entenderemos la simple existencia de esa pareja discurre paralelamente al recuerdo que para Julie supone el fortalecimiento de un sentimiento inexplicable que conduce a la autodestrucción. Todo aparece tan fragmentado, tan capaz de ser entendido de diversas maneras como el hecho de que Julie sea el nombre de la protagonista pero también del personaje del cuadro, que Julie no sea sino un heterónimo de la propia Joanna Hogg, directora que cuenta su vida mientras en pantalla la actriz que la representa interactúa con su madre, que también lo es en la vida real, pues Honor Swinton es hija de Tilda Swinton, y ambas representan esos papeles en la ficción, lo que no evita la referencia personal de las propias Swinton (la escena de la cocina se relaciona directamente con el documental que Tilda Swinton rodó con John Berger, " The seasons in Quincy", donde también aparecía Honor).
Y vuelvo al principio, a esa escena final que supone la evolución definitiva de la obra y del personaje, a la representación del "work in progress" que ha sido la educación académica, familiar y sentimental de Julie. Rodando un plano de su película con la idea definitiva, alejada de aquel proyecto inicial del hundido Sunderland, Julie mira el plató y nos ofrece su perfil mientras mira de frente a la actriz que está sentada en una silla recitando un texto. La cámara de rodaje hace un travelling que pasa por delante de nosotros acercando la imagen a la actriz mientras la cámara de Hogg hace lo propio acercándose a Julie, mientras más se cierra el plano sobre Julie menos del rodaje vemos y más nos informa sobre el personaje que, ensimismado, vuelve la mirada hacia nosotros y rompe esa mítica cuarta pared olvidando su rodaje para interpelarnos al tiempo que descubre la realidad de su evolución y la profundidad de una mirada melancólica que se aísla de su entorno para acercarnos a la dureza del crecimiento personal, producto, casi siempre, de los fracasos más que de los éxitos sin necesidad de grabar nada en la corteza de un árbol imaginario.
THE SOUVENIR. Reino Unido-EEUU. 2019. Directora y Guionista: JOANNA HOGG. Intérpretes: HONOR SWINTON BRYNE, TOM BURKE, TILDA SWINTON. Productores: LUKE SCHILLER, JOANNA HOGG. Compañías Productoras: BBC FILMS, BFI, JWH FILMS, SIKELIA PRODUCTION. Dirección de fotografía: David Raedeker. Edición: Helle le Fevre. Diseño de sonido: Jovan Ajder. Diseño de producción: Stéphane Collonge. Vestuario: Grace Snell. Producción ejecutiva: Martin Scorsese. 115 minutos.