Descubrí a Lía Ripper hace poco y ya se encuentra entre mis artistas preferidas. Hoy les muestro algunas de las obras que me enamoraron y también una hermosa historia que conocerán enseguida. Lía lleva años dedicada en cuerpo y alma a la pintura y su pasión se refleja claramente en su obra. Trabaja sobre todo el retrato por encargo, pero yo no pude dejar de fijarme en el amor por la decoración que hay en sus cuadros. La decoración le encanta y forma parte de su inspiración. Adora la serenidad de los colores y la sencillez de ciertos objetos apreciable en algunos de sus bodegones o camas. Máximas que aplica también en su vida: calma y sencillez.Viendo el lugar en el que nacen sus obras no es de extrañar que estén llenas de tanta inspiración. Su pequeño atelier es una maravilla para cualquiera y especialmente para una amante de la pintura. Lía vive en la costa de Moya, en Gran Canaria, y como pueden ver, tiene unas espléndidas vistas del mar. Para ella, la tranquilidad y el contacto con la naturaleza son vitales.Y ha llegado el momento de explicar el título de este post y de contarles esa preciosa historia que me cautivó. En las obras de Lia no solo está presente la inspiración que le brinda la naturaleza o la decoración, sino también el legado de su bisabuela también llamada Lía. En este caso, Lía Tavío, "una mujer polifacética nacida en 1874, una mujer increíble y culta, y por supuesto una mujer adelantada a su tiempo". Así la describe su bisnieta. Nos cuenta además que se reunía con los intelectuales de su época y daba clases de pintura y dibujo entre otras muchas cosas. Es tal su fascinación por ella que le dedicó su tesina y un hermoso libro. Poesías ilustradas repletas de romanticismo, como el que se refleja más de cien años después en los cuadros de su bisnieta. Por algo habrá heredado su nombre.