Si publico este post es por dos motivos.
Primero: hacer campaña, muy humildemente, en pro de una mejor atención en anestesiología a poblaciones que reciben ayuda humanitaria.
Segundo: contribuir, también muy humildemente, a que ONGs humanitarias, instituciones por las que tengo el mayor de los respetos, mejoren sustancialmente sus protocolos de atención en anestesiología.
No deseo atacar a nadie. Estoy impulsado por la mejor de las intenciones. Pero no puedo dejar de contar un lamentable hecho del que fui testigo y me negué rotundamente a ser cómplice; tal vez mi reacción ante lo sucedido fue estrepitosa, mas no había otra salida.
Claudia, la médico pediatra, me invitó una mañana a acompañarla a pasar visita en su servicio en el hospital. Una vez en piso encontramos al cirujano Peter y al enfermero anestesista Bashir a punto de realizar una cura quirúrgica de quemaduras de primer y segundo grado, en un área corporal de 15%, a un niño afgano de cuatro años.
El pequeño paciente tenía una línea venosa periférica, por la que infundía únicamente tramadol, y estaba sujetado fuertemente por su padre. La cura quirúrgica se comenzó a efectuar sin anestesia (el tramadol es un simple analgésico, no es anestésico) y eran terriblemente conmovedores los gritos de dolor y de miedo del pobre niño.
Tratando de calmar la situación, sugerí que el procedimiento se realice en sala de operaciones y me ofrecí a administrar anestesia general. El cirujano respondió que "no hacía falta ir a sala y que no quería que el niño se durmiera mucho". Insistí en que era dable brindar una anestesia segura y con un rápido despertar. La réplica final fue que "yo era un simple observador invitado en el hospital y que no tenía mando alguno".
Me molesté, lo reconozco, y le dije que me retiraba para dejarlo trabajar tranquilo pero que, en mi opinión, nunca se atrevería a actuar así en su país porque lo metían preso. Posteriormente ello me costó una llamada de atención del jefe de la misión.
No me arrepiento de nada. Imposible olvidar los gritos de dolor y desesperación del pobre niño afgano, ni la cara de angustia y resignación de su padre.
Por lo menos alcé la voz. ¿Pude haber hecho algo más por el niño? Tal vez sí, quién sabe.
Al día siguiente curaron quemaduras a un bebé de 8 meses en quirófano (menos mal). No me avisó el cirujano (estaría resentido), me enteré por Lionel, el médico emergencista. La operación duró más de dos horas y la anestesia fue a base de ketamina intravenosa y sin intubación traqueal, indispensable para la protección de la vía aérea. ¡Qué horror!
Seguramente muchos no van a creer lo que relato. Pero no olviden (ver posts anteriores) que "amarrar al paciente a la mesa de operaciones para que no se mueva" es parte del protocolo de anestesia de una ONG ¿humanitaria?.