No hay un ejemplo mejor de lo que ha sido una absoluta falta de prevención y un desastre sanitario (y económico). El número de personas afectadas por la diabetes se ha multiplicado por cuatro en apenas 35 años. De los 108 millones que sufrían la enfermedad en 1980, un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) lleva la cifra actual más allá de los 420 millones de adultos. En España, provocó más de 10.000 fallecimientos el año pasado.
Posteriormente, mi desarrollo profesional me llevó a ver, esta enfermedad, desde la perspectiva de la fisiología del ejercicio, llegando a conocer los mecanismos más básicos por los que se ha convertido en pandemia mundial.
¿Por qué el ejercicio la puede explicar?
Nuestros genes están ligados a una evolución caracterizada por una actividad física muy intensa. Estamos metabólicamente adaptados a ella y, en este sentido, los que hemos estudiado la fisiología del ejercicio, hemos podido observar lo que es un cazador actual, al observar a nuestros deportistas.
Señalizadores celulares como AMPK que es una enzima que actúa como un regulador metabólico “maestro”, son claves para explicar por qué un cazador ancestral no tenía diabetes 2. Esta enzima, una vez activada, cambia a la célula de consumir ATP en forma activa (biosíntesis de ácidos grasos y colesterol) a la producción activa de ATP (oxidación de ácidos grasos y glucosa). La activación de la AMPK también tiene efectos a largo plazo a nivel de expresión de genes y síntesis de proteínas, regulación de la síntesis y secreción de insulina en las células beta del páncreas y modulación de funciones hipotalámicas involucradas en la regulación de la saciedad. Todo ello, como vemos, directamente relacionado con insulina, resistencia, saciedad etc etc
Pues bien, nuestros deportistas tienen una expresión muy regulada de toda esta cascada enzimática (exactamente al revés de los sedentarios).
Muchos colegas de especialidad, lo hemos objetivado, estudiado, investigado y publicado durante estos años, llegando a un consenso científico que, desafortunadamente, no ha tenido el adecuado eco mediático ni se ha entendido por los gestores sanitarios.
Ahora parece que cambia la tendencia y al tiempo que empieza a ser noticia de publicación casi diaria, los políticos y gestores empiezan a preocuparse y tomar medidas. Sin embargo, cuando se empiezan a poner los medios para contrarrestar esta situación y los médicos empiezan a entender la necesidad de prescripción de ejercicio, se cierne una nueva amenaza prevista en nuestros estudios.
En efecto, nosotros no hemos finalizado nuestras investigaciones y ahora, cuestionamos la intensidad del ejercicio propuesto y la adherencia a dietas restrictivas con el fin de perder peso y mejorar el metabolismo general (y particularmente la sensibilidad a la insulina).
El hecho, por otra parte, de que haya una asociación clara entre nivel de grasa e intensidad del ejercicio en un nivel temprano, para disminuir con el tiempo y llegar, incluso, a perderse esta asociación en fases más avanzadas, indica que el control del peso debe ser lo más temprano posible y debe estar asociado a un estilo de vida saludable, en el que la dieta, más que una penitencia de restricción calórica, debe ser equilibrada y tener en cuenta los conceptos de dieta mediterránea y dieta ancestral. La prescripción de ejercicio debe basarse en los conocimientos de la fisiología del ejercicio actuales y, por tanto, huir de los programas “falsos” de dietas restrictivas y ejercicios “supuestamente saludables”. Si no somos contundentes, todo el gasto actual en materia de control del sobrepeso y prevención de la diabetes 2, estará condenado a la desilusión y al fracaso. Está claro que andar y subir escaleras, al tiempo que se hace una dieta de pocas calorías, ayuda, pero ¡ojo!, no es la solución, lo dicen las investigaciones actuales
Artículo en el que se basa el comentario: Drenowatz C et al. Body composition, energy expenditure and physical activity. European Journal of Clinical Nutrition (2016) 70, 482–487