Un fin de semana en montpellier

Por Raulenlaplaya @Raulenlaplaya

Hoy nos vamos de viaje, un viaje cortito de esos que se disfrutan desde el primer momento en que empiezas a planearlo, y es que Montpellier tiene algo especial. Siempre que pienso en ese sitio, se me dibuja una sonrisa en la boca que tarda varios minutos en irse. Montpellier es una de esas ciudades pequeñas pero con un encanto que conquista a cualquiera que camine y callejee por sus calles. Os venís conmigo a pasar un fin de semana romántico por una de las ciudades más bonitas que he visitado? Allá vamos!
Lo primero en lo que uno piensa cuando va a viajar es en como va a realizar el traslado hasta el sitio, sin lugar a dudas, cuando vamos a Francia, siempre confiamos en Renfe- SNCF trenes puntuales, cómodos y con todo lujo a tu alcance, y lo que más me gusta de esta compañía, a demás de sus enormes y espaciados asientos, es la cantidad de destinos que tienen, super bien escogidos y que con un poco de suerte, espero ir descubriendo poco a poco. Otra de las cosas que me gustan de viajar en tren, es el romanticismo decimonónico al que me recuerdan cada vez que pienso en la palabra tren.

Nada más llegar a la estación de Montpellier, nos llamó la atención lo bonito que era todo y el como la gente cruzaba las vías del tranvía, casi sin mirar y con los tranvías pasando, algo que a mi, que soy algo miedoso con los cruces, me descolocó todo el viaje. Tras recorrer el centro llegamos al hostal, una antigua mansión a la que solo le faltaba un fantasma en la buhardilla (que seguro que estaba pero no coincidimos con él) pero con ese encanto especial de las casas antiguas francesas.

Sin rumbo fijo, salimos a cenar y por casualidad nos sentamos en la primera terraza que vimos, una pequeñita, situada junto a un jardín y donde pudimos vivir una "experiencia francesa" maravillosa, terrina de foie para Ramón, aligot, quesos y mucho vino, el sitio era una pequeña vinoteca con una pequeña pero estupenda carta. Sin duda L`ateloer des vins es un sitio muy recomendable y al que espero volver algún día.

El primer día lo dedicamos a pasear por la ciudad, llena de callejuelas empedradas, decoradas con banderillas y muchas flores, pequeñas tiendas de artesanos locales con jabones, esparteñas y objetos de madera que le otorgaban un carácter especial al conjunto histórico.La catedral es una visita que uno no se puede perder en Montpellier, con un gran portico de entrada que deja sin palabras, y con la suerte de ver un concierto de órgano cuando entramos.

Otra visita que uno no se puede perder, es el Museo Fabré, con una colección de pintura muy bien seleccionada que abarca desde el gótico a la actualidad, centrándose en la pintura del XIX. Sin duda muy recomendable y fácil de ver, ya que la colección es pequeña pero de piezas de mucha calidad y en un edificio impresionante. Al salir veréis la maravillosa terraza, sentaos a disfrutar una copa de vino, se está fenomenal.

Otra de las visitas que disfrutamos mucho fue el mercadillo de antigüedades que ponen en Antígone, que acompañado de actividades como swing en directo y puestos de comida, hacen del mercadillo una experiencia de lo más divertida, de ahí se puede volver al centro o visitar el acueducto y los jardines de alrededor. Muy cerca se encuentra también el precioso jardín Botánico, donde se puede incluso hacer un pequeño picnic o descansar un rato.

Otro de los sitios a visitar es la Plaza de la Comedie, una plaza ovalada con unos edificios señoriales impresionantes y llena de terrazas y actividades al aire libre y donde enlazamos con una gran avenida ajardinada llena de terrazas y tiendas.

Sin duda, Montpellier es una ciudad en la que perderse por sus calles, comer croasanes y disfrutar de cada uno de los rincones que tiene, un sitio al que volver una y mil veces y que se que me está esperando para volver a vivir la autentica y romántica "experiencia francesa".