Además era en un fumador muy molesto. Esa clase de fumador que trata de dejar el vicio y no compra una cajetilla durante años, y por lo tanto se convierte en el amigo que todos evitan en las fiestas (lo siento, tíos). Fumaba en el colegio, pero no en el trabajo. O sea, que era un fumador ocasional, con una adicción ridícula.
Hace unos meses, llegué a unas conclusiones que parecían muy obvias pero que son la clase de verdades que a los adictos les encanta ignorar:
Fumar es una adicción aburrida e inútil. El único placer que produce fumar es dejarse llevar por la adicción.
Solo estoy vivo durante un breve momento de los miles de millones de años de historia. Qué desperdicio perder el tiempo con algo tan aburrido.
Salir a fumar con tus amigos puede ser divertido, aunque si solo saliéramos a beber zumo de manzana me sentiría igual de feliz. Fumar es más bien como un trastorno compulsivo cualquiera y no una verdadera experiencia.
Estos pensamientos comenzaron a pasarme por la cabeza a principios de año y estuvieron rondándome durante todo un mes. Al final, fue casi como si algo se hubiera roto en mi interior. Me di cuenta de que fumar solo me provocaba odio hacia mí mismo. Tuve esta revelación un fin de semana en el que me metí LSD. Siga leyendolo .