Dos grandes y épicos viajes nos han llegado desde la Antigüedad, el de Ulises y su Odisea y el de Jasón y sus Argonautas. El primero es el del gran héroe mitológico que guerreó en Troya y triunfó; y que con su inteligencia, artimañas, decisión imperturbable y objetivo claro consigue regresar a su meta, a su reino, a su fiel patria. El segundo es, sin embargo, un personaje mítico menos seguro, más indeciso, casi desesperado, equívoco e influenciable; también es guiado por una necesidad, una obligación y un destino, aunque éste es azaroso y voluble. Es como la vida humana, como una historia más, plagada de grandes y fuertes, de débiles, malvados y simples, de otros que pasan por la vida del protagonista, que le condicionan, que le ayudan, que le pierden, que le dicen qué hacer, que lo manejan ante sus propios rasgos humanos y vulnerables.
Se inicia la vida de Jasón con la tragedia del desheredado, del que estaba destinado a reinar y su padre, vilmente, es destronado y muerto. Ante tal perspectiva frustrada, al cumplir la edad apropiada, su preceptor, el Centauro Quirón, le aconseja que regrese y luche por su trono. El usurpador -tío de Jasón- le engaña con un ardid: debe conseguir el Vellocino de oro (algo absurdo y sin sentido, por otra parte); si lo hace, le ofrecerá el reino. Esta misión difícil, piensa su tío, le hará lo más seguro desistir de sus derechos. Acepta Jasón el reto, es decir, la vida. Puede elegir libremente sus compañeros de viaje; además le proporcionan una nave, Argo, de extraordinaria resistencia y velocidad (oportunidades a veces que ofrece la vida).
En su viaje hasta la meta debe luchar con los Doliones y las Harpías. A lo largo del recorrido van abandonándoles compañeros de viaje. Cuando, por fin, llega adonde se encuentra su objetivo, no puede conseguirlo. Sólo con la inestimable ayuda de Medea -que le ofrece una pócima poderosa-, la hija del soberano que posee el Vellocino, puede alcanzar su propósito. Ambos, enamorados además ya, regresan juntos a la tierra de Jasón. Pero, en el camino de regreso, tienen que tomar otra dirección, Corinto, obligados por el cruel destino. Allí Jasón acaba enloquecido por Creusa, otra mujer decidida, y se desata la tragedia. El destino de todos sucumbe en la separación, la venganza, la crueldad y la muerte.
La historia, la leyenda, es una representación nítida del drama vital de los hombres. La iniciación en un mundo difícil y desamparado. La fortuna que en un momento dado, ante un reto cualquiera, te facilita el destino temporalmente. La lucha, en donde otros te ayudan, te abandonan y aun así, casi desconfiado, sigues adelante. Después, el amor y sus necesidades, sus alianzas y sus oscuras diatribas, sus entrecruzadas realidades y sus tristes y trágicos resultados. La burla del destino a los seres que maneja. Según cuenta la leyenda, Jasón acabó sus días solo, recordando los viejos tiempos con sus Argonautas. Y murió, ridiculamente, al desprenderse un trozo de la madera de la popa del Argo, el cual visitaba nostálgico siempre, durante todos los paseos que daba hasta volver a encontrarlo.
(Imagen de La constelación Nave Argo en el firmamento según un mapa de Gerad Mercator, siglo XVI; Cuadro Jasón encantando al Dragón, del pintor napolitano Salvator Rosa, 1615-1673; Óleo del pintor inglés Turner, Jasón, 1802; Cuadro del pintor Waterhouse, Jasón y Medea, 1907; Escultura del artista danés Bertel Thorvaldsens, Jasón, 1803; Cuadro del pintor Gustave Moreau, Jasón, 1865; Grabado de Jasón.)