Un poco más sobre la credibilidad de una fotografía

Por Lasnuevemusas @semanario9musas
Acerca de la relación entre la fotografía y la realidad se ha dicho bastante, por lo que seguramente no diré nada nuevo. Pero no quería dejar de escribir unas líneas sobre el valor de credibilidad que depositamos en las imágenes.

La fotografía, en su faceta documental, siempre fue considerada como una fuente de verdad. Pero, ¿por qué le asociamos este poder de evidencia?

En realidad, el valor de verdad de la fotografía no es intrínseco a su esencia mecanicista, sino que es una construcción cultural, en función del parecido que tiene la imagen con los objetos que la han producido. Es decir, el hecho de que las fotografías se obtengan por la acción de una máquina no garantiza su objetividad, ya que, por un lado, la tecnología tiene sus limitaciones para representar fielmente la realidad, y por otro, la cámara termina siendo operada por el fotógrafo, que le aporta su factor de subjetividad. De esta forma, una fotografía no puede aspirar a más que ser una representación inexacta y subjetiva de la realidad.

Incluso antes de la fotografía propiamente dicha, se sospecha que Daguerre hizo posar a un señor lustrándose las botas en el Boulevard Du Temple, para que apareciese en la imagen, ya que, con los extensos tiempos de exposición que se requerían, los carruajes y personas que por allí transitaban, no llegaban a registrarse. En este caso, ¿qué versión de aquel daguerrotipo refleja con mayor fidelidad la realidad? ¿El que muestra una calle artificialmente vacía o el que tiene un hombre simulando una situación natural? O mejor, ¿por qué pretendemos que necesariamente deba reflejar fielmente la realidad?

En general, en el proceso fotográfico, esta huella de la realidad puede sufrir alteraciones previas al momento de la toma, durante la toma de la fotografía, o posteriormente con el revelado y/o procesado de la imagen.

Con las alteraciones previas a la toma me refiero a modificar deliberadamente la escena en pos de la fotografía a obtener. Si bien el story telling conforma un recurso útil en la fotografía artística o publicitaria, no lo aceptamos fácilmente en la fotografía documental. Por eso se genera tanta controversia cuando, por ejemplo, se sospecha de una foto icónica como " Muerte de un miliciano" de Robert Capa. ¿Y qué pasaría si hubiera sido preparada? La imagen podría seguir siendo un buen símbolo de la guerra, independientemente de las circunstancias de la toma. En todo caso, aún la fotografía sigue representado la realidad que tiene delante de la cámara, aunque no sepamos qué pasó antes ni después.

Al realizar la toma, el fotógrafo debe tomar una cantidad de decisiones que condicionarán luego la interpretación de la imagen por parte del espectador. Cambios en el ángulo de visión, punto de vista, encuadre, zonas de nitidez y desenfoque, registro del movimiento, pueden hacer que una misma escena produzca diferentes sensaciones, acercando o alejando el mensaje de la realidad fotografiada. La fotografía " El buitre", de Kevin Carter, sigue sirviendo como denuncia de la hambruna en África, a pesar de que el niño retratado no estaba moribundo, ni el buitre lo estaba acechando.

Alterar las imágenes posteriormente a la toma no es exclusivo de la fotografía digital, sino que fue posible desde casi los mismos inicios de la fotografía. Modificar arbitrariamente una foto en el cuarto oscuro, al momento de realizar la copia en papel requiere conocimientos de la técnica y mucha paciencia, pero son pocas las cosas que, con un poco de ingenio, parecieran imposibles de lograr. Claro, con las herramientas de edición digitales ahora es mucho más fácil hacerlo. Y, como están al alcance de todo el mundo, la gente ha empezado a desconfiar de la veracidad de la imagen, permitiéndose sospechar si una foto está editada, como si ese fuera el único acto que la separase de la realidad. Cabría preguntarnos si las fotografías de Steve McCurry son menos interesantes luego de descubrir que muchas de ellas fueron digitalmente retocadas.

Podríamos decir que un reportero gráfico no debería falsear la realidad al publicar una fotografía, lo mismo que el periodista no debe faltar a la verdad al escribir un artículo. Pero si sabemos que las noticias no se cuentan objetivamente, y siempre se entrevera la opinión de quien la narra, el fotoperiodista también cuenta su versión de la historia. Y debemos considerar que sus fotografías no tienen por qué gozar de mayor credibilidad que la palabra. Pero nos causa cierta sensación de estafa si sospechamos que nuestra interpretación de la imagen puede no ajustarse a la exactitud de los hechos.

Tenemos excesiva confianza en la imagen, y al considerarla ciegamente como prueba, como homologación de una posible realidad, se puede crear deliberadamente una verdad con sólo mostrarla en una fotografía. Está en nosotros como espectadores tomar conciencia que una fotografía sólo es la opinión del fotógrafo.

(Cabecera: fotografía de Steve McCurry)