En la perfumería de mi barrio hace meses que ya no venden las mascarillas rosas que me gustaban. Bueno, ni rosas, ni de ningún color. Ya no venden porque nadie compra. Es la ley de la oferta y la demanda.
El día que mencioné a mis amigas que me gustaban las mascarilla de color rosa, no sospechaba lo que se me venía encima. Debían andar cortas de ideas o de dinero porque fue el único regalo que recibí en 2021. ¡Regalo de cumpleaños insólito! Pero, claro, en pandemia y conociéndome, todas vieron el cielo abierto en cuanto lancé la idea de regalo útil. Para muchas cosas es mejor mantener la boca cerrada.
Al volver a casa traía un bolso con un planeta sonriente dibujado. Un ojito estaba en Argelia y el otro en Arabia, la sonrisa en el Congo. Naricilla no tenía, los dibujantes no lo vieron necesario, quizá para que no se oliera nada raro y creyera que todos llevaban bolsos ecológicos como yo y nadie iba tirando plásticos por ahí. Un bolso azul profundo, como el espacio interestelar y una luna también sonriente al fondo sin importarle los cráteres que le habían pintado como pecas gigantes. Me gustan las pecas y creo que a ella también. Me hubiese gustado ser una niña pecosa y de cabello pelirrojo, pero la genética me dio este pelo indomable castaño oscuro y una piel tono tres, según dice mi maquillaje.
El bolso ecológico era mío, lo había comprado en un mercadillo, así que no cuenta como regalo de cumpleaños. Lo que contenía era todo contaminante, pero no cuenta como contaminación mía, sino ajena. El planeta no está a salvo con mis amigas y la gente como ellas.
Foto: Freepik
¿Qué había dentro? Lo que me habían regalado: montones de sobres de plástico con cinco mascarillas rosas dentro de cada uno y dos cajas, también de plástico, para guardar mascarillas. Bueno, eso y una pila para mi reloj rosa que seguía hibernando. ¡Ay, Mari Pili, que ya mencioné que tenía una guardada!
En el 2022 a mis amigas les sorprendía que yo siguiera con mascarilla, que mi móvil continuara funcionando a pesar de los baños de alcohol y que mi reloj rosa permaneciera protegido en el expositor, sin pila. Pero ya había vuelto a llevar bisutería y me había quitado la coleta. Vamos que, a mi manera, me había soltado el pelo. Y para celebrarlo me compré una cadenita de plata con mi horóscopo.
—¿Eso es una letra griega o rusa?—me preguntó Almu tosiendo.
—Es la esquematizaciónde Tauro.
—Pero si parece un círculo con el palito de la ñ encima.
—¿Una O con virgulilla?
—¿Virgo? Pero ¿no eras Tauro? ¡Qué cosas más raras dices!
Un año más le insinué a mis amigas ideas de regalos útiles para mi cumpleaños: toda clase de bisutería, objetos de papelería y cositas con brilli brilli. Pero no, no me escucharon. Había dicho tantas veces que el virus se pegaba al metal, que no me regalaron ni pendientes, ni pulseras, ni muchísimo menos un reloj. Como yo seguía con mascarilla aunque todas habían dejado de usarla… mis regalos de cumpleaños volvieron a ser más mascarillas color rosa. Debían andar de liquidación en la perfumería del barrio.
—¿Ni un tarrito de colonia?
—¿Para qué?—preguntó Almu mirándome divertida—Siempre con la mascarilla puesta no vas a oler tu propio perfume. ¡Menudo desperdicio!
—Pero vosotras, sí—contesté—. La protección no está reñida con el aroma a jazmín, a lirio o a rosas...
—No cuela— pude entenderla entre toses —¡Uy, qué me he tragado el chicle!
—No cuela—repliqué.
Este 2023 vuelve a acercarse la fecha de mi cumpleaños y hace meses que no digo nada de las mascarillas. Llevarlas, las llevo, aunque todos me miren, especialmente ahora que han dejado de ser obligatorias en el transporte público. Pero mencionar, ya no he vuelto a mencionarlas delante de Almu, Mari Pili y las otras. Lo que sí he hecho es contarle esta historia a mi vecina del quinto, la que tiene en una vitrina su colección de muñecas de porcelana, de ojillos inquietantes, tez blanquecina, pelo natural y trajes antiguos con grandes encajes.
—¡Ah, por eso las sigues llevando!—me dijo cuando le subíla compra—Tienes tantas mascarillas que aún no se te han acabado.
—Las llevo porque las creo necesarias. Ya utilicé todas las que me regalaron y me compré otras. Trabajo en acompañamiento de mayores ¿sabe usted?
—Entonces, no te molestará que este año te regalen más—replicó en tono burlón.
—No, no me molesta—contesté tratando de apartar la mirada de aquellas muñecas que daban tanto miedo—. Además estoy muy orgullosa porque los ancianos a los que acompaño no se protegían por vergüenza o porque no sabían ponerse la mascarilla correctamente. Pero, siempre que vienen conmigo las llevan, como yo, bien colocaditas. Pero eso no quita para que me regalen otra cosa ¿verdad? No solo de mascarillas vive el hombre…
—Te estoy muy agradecida porque, aunque la pandemia haya terminado, me sigues ayudando con la compra.
—No ha terminado, por desgracia—murmuré
—¡Ay, qué ocurrencias tienes!—se rió— Este año tendrás un regalo precioso. Un regalo muy especial que te voy a hacer yo.
Un estremecimiento recorrió mi espalda cuando la vi encaminar sus pasos a la reluciente vitrina que encerraba mis terrores.
© MJ
Este mes de marzo de 2023 se cumple el tercer aniversario de que la Organización Mundial de la Salud declaró pandemia a la Covid-19.