Le dimos una ligera lijada, y lo pintamos con pintura al agua en un suave azul grisáceo. Estamos reutilizando las pinturas que compramos al inicio de nuestra andadura, cuando las de tiza sonaban a algo que nadie sabía muy bien qué eran...
Otra lijadita, sobre todo en las aristas.
¡Y ala, a la playa que nos vamos!
Seleccionamos las conchitas que nos convenían y las pegamos con silicona.
No ha sido tarea fácil...; hemos elegido las piezas más minúsculas y tienen poca superficie de agarre.... ¡Al final había hilos de silicona por toda la superficie!
Aunque, con paciencia y una espátula pequeña, lo hemos dejado bastante apañado.
El salero, además de saleroso, es ahora muy playero.
Y decorativo, ¿a que sí?
Con él nos vamos hacia otras latitudes más frías, a casa de Marcela y su Finde Frugal, a acercarle un poquito de nuestro verano. ¿Nos seguís?