¿Quién no ha apreciado esas láminas donde la superficie del cerebro humano aparece tachonada de marcas y colores cual un mapa de abigarrados y diminutos reinos delimitados perfectamente? Deleitoso sería, y procurador de sosiego, el asumir que cada frontera determinase tajantemente una función mental y una patología consecuente: la depresión esa manchita gris, la ansiedad ese territorio desparramado en archipiélagos, y aquél islote en lontananza, terra ignota, ignota terra , esperándonos.
En la primera mitad del siglo XIX fue Gall quien propuso una minuciosa topología cerebral para las más diversas potencias del espíritu. Hombre de su época, en su concepto hasta las más refinadas virtudes y protervas bajezas se podían constatar directamente como protuberancias u oquedades en la calota craneana. Pero más era fantasía el sustento de la teoría frenológica que real y concreta experiencia de la estructura íntima cerebral.
Andando el siglo XIX, los hallazgos de Broca y Wernicke, quienes clínica y anatómicamente demostraron correlación entre afectación de áres corticales específicas y alteración de funciones neurológicas en el caso de las afasias, alentaron el interés por dilucidar si el paradigma localizacionista (un área para cada función) o el holístico (toda la corteza cerebral efectuando al unísono las más diversas tareas ) podían explicar satisfactoriamente la fisiología cerebral.
Korbinian Brodmann (1868-1918), médico formado en psiquiatría, neurología y patología dentro de la clásica escuela alemana, al lado de monstruos como Alzheimer y Binswanger, fue quien asumió la tarea de bregar entre ambos paradigmas. Inspirado además por la flamante prédica de Charles Darwin, Brodmann sistematizó observaciones comparadas entre la estructura cerebral del ser humano y los primates de modo tal que los tejidos cerebrales filogenéticamente más antiguos (paleo y arquicórtex) fueron deslindados del neocórtex. En base a repetidas y concienzudas observaciones microscópicas de míltiples cortes histológicos, Brodmann estuvo en capacidad de postular la existencia de diversas áreas citoarquitectónicas (esto es, de acuerdo a la forma, disposición y densidad de las neuronas, espesor y secuenciación de las capas celulares) que agrupó en 43 áreas catalogadas con números arábigos. Su trabajo, con el título Vergleichende Lokalisationslehre der Großhirnrinde in ihren Prinzipien dargestellt auf Grund des Zellenbaues (Estudios de localización comparativa en el córtex cerebral, basados en la arquitectura celular), fue publicado en Leipzig a fines de 1909.
Por cierto, Brodmann intentó adicionalmente correlacionar las áreas por él descritas con observaciones del proceso neurofisiológico, aunque la tecnología para tales propósitos era rudimentaria entonces. Estudios posteriores de otros autores (inluyendo los de su maestro Oskar Vogt) enriquecieron las observaciones originales de Brodmann y corrigieron algunos aspectos inevitablemente dudosos como la replicabilidad de las evaluaciones microscópicas y los límites entre un área y otra. Téngase en cuenta que la tercera parte de la corteza cerebral se halla oculta en los surcos y cisuras (a la manera de un papel arrugado), lo que dificulta su proyección a la representación superficial y en dos dimensiones de los dibujos necesariamente empleados.
La prueba de fuego del trabajo seminal de Brodmann llegó, empero, muchas décadas despues con el desarrollo de las técnicas de neuroimágenes estáticas y funcionales. Como era esperable, muchas observaciones de Brodmann debieron enriquecerse con los aportes de la potente y moderna técnica pero su labor pionera siguió constituyendo armazón de referencia para las descripciones y mapeos efectuados de la corteza cerebral sorprendida en pleno funcionamiento.
Sin duda, el mismo Brodmann habría seguido corregiendo y optimizando sus hallazgos en investigaciones sucesivas. Pero su vida le fue arrebatada por una septicemia cuando iba a empezar a dirigir el área de investigación histológica cerebral en el Centro de Investigaciones de la Universidad de Munich, poco antes de cumplir los 50 años de edad.
El conocimiento de nuestro cerebro dista de hallarse en cercanía de lo exhaustivo. Y de ninguna manera se pretende encumbrar al becerro de oro de la mitología cerebral -ya denunciada por Jaspers- como suma explicativa de la psiquis humana y el desenvolvimiento del hombre en el mundo. Pero cabe recordar que el trozo de materia más complejo del universo -el cerebro- está dentro del cráneo de cada uno de nosotros, y es legítimo y necesario conocerlo y estudiarlo y tratar de asomarse a su misterio y su maravilla. No sea que nos quedemos en la desternillante humorada que zonifica el córtex cerebral de esta inusitada manera. ¡Brodmann, revuélcate en tu tumba!
Enlace:
- Zilles K, Amunts K. Centenary of Brodmann's map - conception and fate. Nature Reviews Neuroscience 2010; 11: 139-145. (Vía Scribd).
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