Siempre me han gustado mucho las fábulas. Tienen además la cualidad de recoger muchas de las situaciones que algunos de nosotros podemos encontrarnos en nuestra vida diaria.
Hoy, me gustaría contaros la fábula de la Cigarra y la Hormiga.
Y es que la Cigarra, suele deslumbrar al resto con su música y cánticos, con sus ocurrencias y optimismo.
¡Quién fuera cigarra para poder estar disfrutando de uno mismo y sus intereses mirando como los demás se desloman cargando sus granitos de cereal!!
Porque en algunas ocasiones, no es hasta pasado muuuucho tiempo que la dificultad de nuestra ruidosa amiga para preveer y planificar de una manera estratégica queda en evidencia.
Seguramente más de uno ha topado con alguna de estas cigarras y ha sufrido en propias carnes la rabia que da estar en el grupo de las hormigas.
Esperemos que mantenerse en el grupo de las hormiguitas, ofrezca la seguridad de poder empezar el montoncido de nuevo después de que la cigarra se haya aprovechado de él por enésima vez.
La cigarra era feliz disfrutando del verano: El sol brillaba, las flores desprendían su aroma…y la cigarra cantaba y cantaba. Mientras tanto su amiga y vecina, una pequeña hormiga, pasaba el día entero trabajando, recogiendo alimentos.
– ¡Amiga hormiga! ¿No te cansas de tanto trabajar? Descansa un rato conmigo mientras canto algo para ti. – Le decía la cigarra a la hormiga.
– Mejor harías en recoger provisiones para el invierno y dejarte de tanta holgazanería – le respondía la hormiga, mientras transportaba el grano, atareada.
La cigarra se reía y seguía cantando sin hacer caso a su amiga.
Hasta que un día, al despertarse, sintió el frío intenso del invierno. Los árboles se habían quedado sin hojas y del cielo caían copos de nieve, mientras la cigarra vagaba por campo, helada y hambrienta. Vio a lo lejos la casa de su vecina la hormiga, y se acercó a pedirle ayuda.
– Amiga hormiga, tengo frío y hambre, ¿no me darías algo de comer? Tú tienes mucha comida y una casa caliente, mientras que yo no tengo nada.
La hormiga entreabrió la puerta de su casa y le dijo a la cigarra.
– Dime amiga cigarra, ¿qué hacías tú mientras yo madrugaba para trabajar? ¿Qué hacías mientras yo cargaba con granos de trigo de acá para allá?
– Cantaba y cantaba bajo el sol- contestó la cigarra.
– ¿Eso hacías? Pues si cantabas en el verano, ahora baila durante el invierno-
Y le cerró la puerta, dejando fuera a la cigarra, que había aprendido la lección.
Yolanda Pérez