Una confesión sin riesgos y una canción triste de desamor y sosiego.

Por Artepoesia





Una de las obras literarias más conocidas desde el medievo ha sido la Divina Comedia, escrita por Dante Alighieri (1265-1321) sobre 1307. Trataba de los pecados y su penitencia en la muerte, entonces  algo connatural con la vida y las costumbres de la época. Sin embargo, otra obra menos conocida, Prufock y otras observaciones, escrita en 1917 por el poeta inglés Thomas S. Eliot (1888-1965) es una de las composiciones más cercanas y actuales para entender al ser humano y su difícil, oscura, desesperada, frágil y contradictoria naturaleza. El género y el lenguaje de la obra de Eliot no ayuda, además, a acercar el mensaje. Éste es desgarrador y aséptico, a la vez nos emociona e inspira y a la vez simplemente nos relata y describe. Con armonía y con distanciamiento poético. Nos muestra una confesión a la que nadie se atrevería; nos ayuda para entender lo que no debemos consentirnos: dejar que la inacción y la autocomplacencia nos invada. 
El poema La canción de amor de John Alfred Prufrock comienza con una cita de la Divina Comedia (El infierno, canto XXVII), "Si yo creyese que mi respuesta fuese / a persona que alguna vez volviera al mundo, / esta llama quedaría sin más sacudidas. / Pero como jamás desde este fondo / volvió nadie vivo, si es verdad lo que oigo, / sin temor de infamia te respondo."  Esta cita, del infortunado condenado a las brasas infernales Guido Montefeltro, nos explica que, como no hay forma de salir de allí, el pecador puede confesar lo inconfesable a quien allí también esté sin temor por ello a verse ofendido con la infamia y la vergüenza en el mundo de arriba, en el mundo de todos los demás, de los respetados y los dignos. Pero Prufock en su canto de amor, que poco de canto de amor realmente tiene, sólo permite hacerse una confesión a si mismo, reconocer que no tiene el valor de hacer aquello que debíera hacer. Que siempre podría hacerlo después, que no merece tampoco hacerlo a veces, que ya sabe de todas formas qué sucederá; y que además el mundo está deslucido y lleno de vulgaridad, mediocridad y desaliento. 
Fragmentos de la obra poética de Thomas Stearns Eliot, La canción de amor de John A. Prufock:
Vamos, entonces, tu y yo,
cuando el atardecer se extiende contra el cielo
como un paciente anestesiado sobre una mesa;
vamos,  por ciertas calles medio abandonadas
los mascullantes retiros
de noches inquietas en baratos hoteles de una noche
y restaurantes con serrín y conchas de ostras:
calles que siguen como una aburrida discusión
con intención insidiosa
de llevarnos a una pregunta abrumadora...
........
Y claro que habrá tiempo
para el humo amarillo que se desliza por la calle
restregándose el lomo contra los cristales de las ventanas;
.......
En el cuarto las cocineras van y vienen
hablando de Miguel Angel.
......
Y claro que habrá tiempo
de preguntarse "¿Me atrevo?" y "¿Me atrevo?",
tiempo de volver atrás y bajar la escalera,
con un claro de calvicie en medio de mi pelo.
 .......
Envejezco..., envejezco...
Tengo que llevar vuelta en los bajos de los pantalones.
.......
He oído las sirenas cantándose unas a otras.
No creo que me canten a mí.
Las he visto cabalgar en las olas mar adentro
peinando el blanco pelo de las olas echando atrás
cuando el viento sopla el agua hasta ponerla blanca y negra.
Nos hemos demorado en las cámaras del mar
junto a ondinas enguirnaldadas de algas, en rojo y pardo,
hasta que nos despierten voces humanas, y nos ahoguemos.
(Cuadro del pintor Bronzino, Alegoría de Dante, 1530; Fotografía de T.S. Eliot, 1956; Óleo del pintor William Bouguereau, Dante y Virgilio en el Infierno, 1850; Cuadro del pintor expresionista alemán George Grozs (1893-1959), The lovesik man -El hombre enfermo de amor-, 1916; Cuadros del pintor surrealista Rene Margritte (1898-1967), El espíritu de aventura, 1962, y el cuadro La perspectiva amorosa, 1935; Grabado de la Divina Comedia de Dante "La puerta del Infierno" del ilustrador francés Gustave Doré.)