En esta novela, asistimos atónitos al gran dominio que la autora tiene de la elipsis, y gracias a esa habilidad, somos capaces de recorrer un buen período de la historia de Irlanda y de Europa sin darnos cuenta. Si en un principio, la acción de la misma deambula de una forma algo tímida por los duros hechos que le tocan vivir a su protagonista, en el momento que este nos relata su aventura bélica en el frente belga hasta convertirse en un héroe de la batalla de Ginchy, nos quedamos embelesados y adheridos, como si fuésemos parte de ese barro que impregna las ropas de los combatientes en la trinchera, a la acción que nos muestra unos hechos duros pero trepidantes a la vez. Magnífica descripción y narración de unos sucesos que nos sucumben en la tragedia humana de la guerra, pero que también nos permite acercarnos a la verdadera naturaleza de la que está constituido el ser humano. Arrebatadora sucesión de vivencias que se acercan mucho al discurso narrativo de las películas bélicas, o al de las series de época de televisión made in England. Úna Fingal atesora un gran domino de los hechos, la época historia y los detalles que narra, incluida esa melancolía típicamente irlandesa.
Una grandiosidad, la del campo de batalla, que no le impide acercarse a los sentimientos más profundos de la vida, como es por ejemplo, el amor, donde de nuevo somos testigos de ese gran dominio del devenir del hombre. Sangre y fuego, amor y pasión, juventud y derrota en una contundente sucesión de imágenes convertidas en palabras que, con un final más que sorprendente, nos deja con muchas ganas de conocer cómo seguirá esta trilogía, de nombre Rebelde, de la que La canción del bardo solo es su primera entrega. Una más que prometedora carta de presentación de una narradora que se mueve con gran soltura a la hora de mostrarnos las cicatrices que la libertad nos va dejando a lo largo de nuestras vidas.
Ángel Silvelo Gabriel.