Los antiguos pueblos germanos, que acabaron cruzando la frontera romana en los siglos V y VI de nuestra era, mantuvieron un solar histórico en la primitiva escandinavia (actual Dinamarca y Suecia). Estos pueblos llegaron, en su desplazamiento hacia occidente, hasta alcanzar las islas británicas. La lengua germánica que por entonces surgió allí fue el arcaico inglés con el que los pueblos llamados anglosajones comenzaron a desarrollarse.
Entonces un poema épico, Beowulf, compuesto entre el siglo X-XI y situada su acción en las tierras de la antigua Escania y Selandia (sur escandinavo), llegó a adquirir un significado muy importante en la lingüística inglesa, al igual que El Cantar de los Nibelungos para el alemán o El Cantar del Mio Cid para el español. Beowulf es el héroe mitológico anglosajón descrito en el poema por dos hechos diferentes. El primero por dar muerte a Grendel, un ogro feroz y asesino; el segundo, siendo el héroe más anciano, por dar muerte al Dragón, con la cual Beowulf halla también la suya.
El Arte, sin embargo, ha retratado mucho más la mitología de la muerte del dragón a manos de Jorge de Capadocia, mártir y santo cristiano del siglo IV, y que son por lo tanto las imágenes que más se han representado mostrando a un héroe vencedor de dragones. El tema histórico del dragón es el mismo: la lucha contra el paganismo, contra la idolatría, llevada a cabo por el triunfante Cristianismo. El simbolismo del Dragón, sin embargo, ha sido utilizado para representar la maldad oscura, feroz, casi inevitable, y que asola impenitentemente a los Hombres.
Un destino implacable al que sólo el genio y la decisión del héroe puede vencer. Así, los poetas han querido transmitir este valor humano que se ha expresado tanto en las lenguas primitivas de entonces como en las modernas de ahora. La poetisa española Amalia Bautista (Madrid, 1962) ha escrito un verso que describe así mismo, con la magia y la belleza de su lírica, la metáfora dragoniana. Es la lucha que todos debemos hacer en algunos momentos de nuestras vidas. Sea este un homenaje, antiguo y moderno, a un mismo destino: la fuerza que nos impulsa a vencernos y vencer nuestros dragones malditos.
"Por la sierpe no iría con hierro y con armas si sólo supiese de qué otra manera podría yo vencer,como hice con Gréndel, al hosco dragón;pero ahora me aguardan sus cálidas llamasy su pútrido aliento, y por ello me cubrocon cota y escudo. No he de dar ante el monstruoni un paso hacia atrás. Nuestra lucha decidaen lo alto del risco el destino que rigey gobierna a los hombres. Me incita la furia:demorarme no quiero anunciando su fin.Mirad desde el monte, oh mis bravos guerreroscon cotas de malla, cuál de nosotrossoporta mejor sus mortales heridastras este combate. En él poco podríais hacer:no hay otro varón, sino yo solamente,que pueda enfrentarse al maligno reptil…”
(Extracto adaptado de Beowulf, poema épico anónimo anglosajón, siglo XI.)
Ha llegado la hora de matar al dragón,
de acabar para siempre con el monstruo
de las fauces terribles y los ojos de fuego.
Hay que matar a este dragón y a todos
los que a su alrededor se reproducen.
Al dragón de la culpa y al dragón del espanto,
al del remordimiento estéril, al del odio,
al que devora siempre la esperanza,
al del miedo, al del frío, al de la angustia.
Hay que matar también al que nos tiene
aplastados de bruces contra el suelo,
inmóviles, cobardes, desarraigados, rotos.
Que la sangre de todos
inunde cada parte de esta casa
hasta que nos alcance la cintura.
Y cuando ese montón de monstruos sea
sólo un montón de vísceras y ojos
abiertos al vacío, al fin podremos
trepar y encaramarnos sobre ellos,
llegar a las ventanas, abrirlas o romperlas,
dejar que entren la luz, la lluvia, el viento
y todo lo que estaba retenido
detrás de los cristales.(Poema Matar al Dragón, de Amalia Bautista, Madrid, 1962.)
(Imagen del Cuadro de Rafael Sanzio (1483-1520) San Jorge y el Dragón, 1504, Louvre, París; Cuadro del pintor simbolista francés Gustave Moreau (1826-1898) San Jorge matando al dragón.)