El pintor francés Adrien Dauzats (1804-1868) fue ante todo un esteta de la imagen percibida, un fotógrafo del Arte. Para él, la composición de una obra debía representar parte de la realidad sin fingir nada. Pero, al mismo tiempo, debía ser original esa visión parcial representada, porque, de ese modo, los ojos que la vieran comprenderían que nada de lo que existe tiene una única o monolítica visión de su existencia. Cuando al final de su vida aceptase ilustrar con sus imágenes orientales una edición en Francia de Las mil y una noches, acabaría falleciendo el pintor antes de terminar todas las obras. Madame Aldema se lo había abonado todo y quedaron sin finalizar algunas. Esto supuso un litigio con sus herederos, ya que el pintor había dejado en su testamento clara su voluntad de que nunca se debería entregar una obra inacabada. Para Dauzats era más importante la finalización de su perspectiva que la visión completa de algo. Este planteamiento estético es interesante para trasladarlo ahora a uno psicológico, social o personal. ¿Hace la visión global de un asunto más bien a su comprensión que la definición clara de una parte determinada del mismo? Es seguro que el conocimiento no es nunca completado, esto es importante siempre afirmarlo. Pero no siempre una visión general hace además mejorar el conocimiento real más que una esmerada visión parcial de lo mismo, ésta ahora mucho más detallada, perfilada, matizada o resaltada que el todo. Tiene esto que ver algo con la medida del hombre. Cuando vemos la obra La gran Pirámide de Giza, ¿no estamos comprendiendo mejor el sentido geométrico y el tamaño tan regular de sus piedras escalonadas? Cuando vemos la obra Interior de la Mezquita de Córdoba, ¿no estaremos descubriendo las verdaderas dimensiones de la altura de sus arcos o la disposición tan original de sus arcadas superpuestas ahora junto a una bóveda adyacente?
Pero no es solo conocimiento, es una suerte de inspiración intuitiva que nos llevará a entender la totalidad sin necesidad de visionarla. ¿Hace falta ver todo el universo para maravillarnos o para entenderlo mejor, que solo observando ahora, por ejemplo, la bella luna llena a través de una ventana? El Arte alimenta el espíritu no tanto el cerebro. Y aquél, el espíritu, hace que lo que veamos se nos represente suficiente como para no necesitar a éste, el cerebro, para nada. La perspectiva es la actitud por la cual dejaremos de mirar las cosas por el mismo lado de siempre. Pero, también es la forma por la que el mundo se nos presenta distinto, más asequible, más clarividente, más sosegado incluso. Es casi lo mismo que los filósofos fenomenólogos llaman la epojé, el poner entre paréntesis las cosas. Es abandonar toda referencia que nos distraiga o nos condicione o nos mediatice el juicio. Es como una hoja en blanco, es como una visión sin adulterar. Las cosas suelen, y más en nuestra época actual, estar relacionadas o asignadas nada más que las vemos o escuchamos. Es la homogeneización de las cosas. Estamos tan acostumbrados a eso que nuestra visión general de las cosas no varía un ápice de todo lo que percibimos. El Arte como el del pintor Dauzats nos revela ahora la grandeza de la perspectiva diferente. ¿De qué sirve esto? Quizá, sólo para comprender que nada es de un solo modo para poder aprehenderlo. Pero, claro, hablamos del mundo no de los seres humanos. Para los seres humanos no sirve eso exactamente. El Yo del ser humano no es dable a ser perspectivado... ¿Por qué? Pues porque es maleable, es consciente de ser analizado y engañará. Es como en las máquinas de la verdad, que no pueden definir sin error el aserto o no de una afirmación subjetiva. Los seres humanos no somos susceptibles de comprender mejor desde perspectivas diferentes, salvo que la honestidad brille sin fisuras entre nuestra actitud personal. Pero esto es imposible, en el ser humano eso es imposible. No así en el mundo, que no varía sustancialmente y sí puede una construcción o una obra ser analizada o visionada desde diferentes puntos sin desmerecer el sentido final.
¿Hay más verdad en una obra, sea la que sea, que en un ser humano? Sí. Pero definamos la palabra verdad. Una posible definición es que sus partes se ajusten siempre a la totalidad bajo cualquier circunstancia. No entremos en otras posibles definiciones. En este caso, en un ser humano eso es muy improbable. Cualquier circunstancia hace que la parte que veamos o percibamos de un ser humano no sea siempre correspondiente a la realidad de su ser. El cambio es la causa. Es cierto que el cambio puede ser natural, cambiamos de aspecto físico, pero, también puede no serlo: fingimiento social o interesado, o fragilidad personal, o cualquier susceptibilidad inevitable. No es más esto que una realidad, no es ninguna crítica. Por eso el conocimiento del ser humano particular, del individuo, no del género humano en general, será siempre una ciencia inconclusa. Ninguna perspectiva ofrecerá ningún conocimiento más allá del que el propio ser desee ofrecer. Es más, este puede ser hasta distorsionador si es incluso tan liberal como el que hoy en día navegará por el mundo iconográfico. Todo lo que exponemos sin temor es inversamente proporcional a nuestra realidad más inconfesable. Todo en el ser humano llevará siempre un atisbo de interés que no dejará que aflore verdad alguna bajo sus aparentemente amables expresiones. Por esto la perspectiva no sirve para conocer toda la realidad del mundo, sólo la de una parte. ¿Es esta parte la más importante? Es importante conocerla porque es también utilizada por los seres humanos para defender o atacar posiciones interesadas. Tal vez sea esa relación del ser humano con el mundo la única cosa de él que importe conocer. Porque la verdad individual del ser humano no es necesaria para llegar a comprender el mundo ni sus cosas; siempre, claro está, que esa individualidad no dañe o trastorne a los demás o al mundo, entonces es cuestionable. ¿De qué nos sirve saber el tatuaje íntimo de una persona? ¿De qué nos sirve saber lo que no se sabe de alguien ni quiere dar a conocer alguien de algo de sí mismo? La perspectiva diferente de las cosas que es preciso conocer es solo aquella que directamente afecta a la vida, a las cosas, a la naturaleza o al mundo.
(Óleo La gran Pirámide de Giza, 1830, Museo Metropolitan Gallery Art de Nueva York; Cuadro Interior de la Mezquita de Córdoba, 1860, Museo Goya, Castres, Francia; ambas obras de Arte del pintor orientalista francés Adrien Dauzats.)