El escritor, poeta, político y aventurero italiano Gabriele D'Annunzio (1863-1938) fue un excéntrico y original intelectual de principios del siglo XX. Según una historia oral, que se contaba en los círculos de la pintora Tamara de Lempicka (1898-1980), en 1926 el poeta italiano invitó a su mansión del Lago Garda, el mayor lago italiano al pie de los Alpes, a la extravagante, prolífica y vital pintora para que le hiciese un retrato. El bardo italiano, que ya se había separado de su esposa en 1891 y de su amante en 1910, tenía una fama de aventurero incorregible y arriesgado; pero Tamara tampoco se quedaba corta con su vida promiscua, bisexual y aglutinadora de aventuras. Según se decía, D'Annunzio tenía otras intenciones no confesables con la joven pintora cuando la invitó a su mansión. Sin embargo, ella contaba: "nunca tuve relaciones íntimas con él, mi estancia en la suntuosa mansión del Lago Garda fue muy corta, le dije que no quería coger una sífilis o gonorrea, pues él era muy promiscuo. Puse la condición de que me enviase un certificado médico para acceder a su invitación. En el camino a Italia me hospedé en una pequeña población antes de llegar al Lago, y cuando pedí el desayuno a la mañana siguiente me lo trajo un camarero de unos veinte años, guapo, como sólo pueden serlo los italianos, y con ese joven claro que hubo algo, pero con Gabriele nada."
Gabriele D'Annunzio participó en la Primera Guerra Mundial como un gran héroe italiano. Sus ideas políticas estaban llenas de un patriotismo exacerbado y de una visión profética o providencial de la sociedad. Éstas se basaban en los principios corporativos que posteriormente se hicieron una realidad en el fascismo italiano. Consiguió incluso llegar a conquistar una ciudad en la Croacia de finales de la Gran Guerra, donde trató de plasmar sus idílicas ideas sociales. Frustrado el proyecto se refugió en la literatura donde consiguió algunos éxitos dentro del estilo literario decadentista de principios del siglo XX. Al final acabó sus días en su mansión transalpina.
Tamara de Lempicka continuó su vida en México, donde terminó sus días en la ciudad de Cuernavaca. Hasta el final de su vida mantuvo siempre su especial extravagancia: sus cenizas, dejó dicho, quiso que fuesen llevadas en un helicóptero y volcadas en el cráter del volcán Popocatépetl.
Poema de Gabriele D'Annunzio:
Mujeres Han existido mujeres serenas de ojos claros, infinitas y silenciosas como esa llanura que atraviesa un río de agua pura. Han existido mujeres con visos de oro, rivales del estío y del fuego, semejantes a trigales lascivos que no hieren la hoz con sus dientes pero arden por dentro con fuego sideral ante el cielo despojado.
Han existido mujeres tan leves que una sola palabra, una sola, las convirtió en esclavas. Y existieron otras, de manos rojizas, que al tocar una frente suavemente disiparon ideas terribles.
Y otras cuyas manos exangües y elásticas, con giros lentos aparentaban insinuarse creando una urdimbre rara y fina en que las venas simulaban hilos de vibración ultramarina.
Mujeres pálidas, marchitas, desvastadas, ardidas en el fuego amoroso hasta lo más profundo de sí mismas, consumido el rostro ardiente, con la nariz agitada en el impulso, de inquietas aletas, con los labios abiertos como yendo hacia las palabras pronunciadas, con los párpados lívidos como las corolas de las violetas.
Y todavía han existido otras y, maravillosamente, yo las he conocido.
(Imagen de cuadros de la pintora Tamara de Lempicka; fotografía de Tamara de Lempicka: fotografía de Gabriele D'Annunzio.)