A lo largo de cuatro jornadas, la edición 27 del Festival Jazz Plaza, dedicada a la música clásica, protagonizó varios hitos que pegaron fuerte en el interés de los espectadores y lo confirmaron como un evento que continúa teniendo mucho que decir no solo a nivel local, sino también en el panorama sonoro internacional.
Betancourt y Fernández, satisfechos al final de la jornada.
Como botón de muestra se pueden mencionar, entre otros, los recordados conciertos en el teatro Mella del pianista cubano Gonzalo Rubalcaba, el estadounidense Arturo O’Farrill o el saxofonista Neil Leonard, junto a la Berklee Jazz Faculty.
Precisamente uno de esos grandes momentos que dejaron con ganas de “reenganche” al público se vivió en el concierto de clausura en el teatro Mella, donde brillaron especialmente el destacado pianista y compositor Frank Fernández y la jazz band del maestro Joaquín Betancourt, en un programa conformado por títulos del repertorio clásico y popular que fueron llevados con éxito a los territorios del jazz.
No es una sorpresa que Frank Fernández haya sido uno de los protagonistas de este concierto que extendió los dominios del jazz en la música cubana. Porque, se sabe, este laureado pianista es un buen conocedor de los conceptos que puedan aportar realmente a la creación musical y ha puesto en pie una trayectoria con la que ha recreado una multiplicidad de estilos.
Con tales credenciales bajo el brazo, ejecutó un movimiento maestro en el tablero de su propia trayectoria personal al volver a incursionar en el universo del jazz con un increíble dinamismo y poderío escénico. Su interpretación de la famosa obra Rhapsody in Blue, de George Gershwin, luego de desgranar el Ave María, de Franz Schubert, marcó el ecuador del concierto y tributó de manera esencial a la temática del evento.
En todo momento, el espectáculo fue un acertado encuentro de diversos lenguajes y criterios sonoros en el que no faltaron otros instantes de gran intensidad, fraguados por los instrumentistas de la Jazz band, en la que descollaron figuras como el clarinetista Ernesto Camilo, la flautista Evelyn Suárez y el saxofonista Michel Herrera.
El maestro Joaquín Betancourt mantuvo una increíble complicidad con su agrupación y tuvo el don de extraer todos los recursos interpretativos de los instrumentistas hasta alcanzar altas cimas de creatividad e imaginación, plasmadas en novedosas versiones de La catedral, del paraguayo Agustín Barrios Mangoré; La bella cubana, de José White; E lucevan la stelle, de la Tosca, de Puccini —en la que intervino con una notable ejecución el tenor Yury Hernández— y Júrame, de María Grever.
En La catedral, el guitarrista Héctor Manuel Quintana lució sus dotes con un sobrio y elegante performance que contribuyó al alcance sonoro de la pieza. Un despliegue similar realizó el saxofonista Michel Herrera en la muy interesante versión de la danza Los tres golpes (Ignacio Cervantes), respaldado por el intenso despliegue de la jazz band que supo transmitir la esencia y la espiritualidad de cada obra durante todo el programa.
Fecha: 2011-12-20
Fuente: Granma Digital
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