Si el lector se encuentra con una radiografía de la literatura mexicana, bueno será que este reseñista radiografíe los distintos relatos que aparecen en Tiempos irredentos. El primero de los cuentos que uno se encuentra: “Frío”, de Alberto Chimal es, simple y llanamente, una demostración de porqué Chimal es uno de los mejores cuentistas de México, no solo de ahora, sino de toda su historia literaria. Contiene esa atmósfera pseudo fantástica en la que Chimal se maneja tan bien. A través de ella, el autor se permite hacer confluir la tan nombrada tradición fantástica latinoamericana —y también mexicana, que aporta grandes nombres a la lista, como Juan Rulfo o Juan José Arreola— con la vida cotidiana de su país. “Frío” narra la visita del narrador al consultorio de Cosme Valek, un peculiar curandero que trata de solucionar los problemas de reflujo de la voz que narra. La revelación final, que queda abierta y tiene tintes de identidad sexual, no oculta los entresijos del poder y la realidad política mexicana a través de alguno de los nuevos pacientes de Cosme, como Miguel Ángel, “el hombre más poderoso de México” (pág. 18).
“Eutanasia”, de Erika Mengruen, es un relato vertebrado de manera fragmentaria a partir de las habitaciones de un hospital. En él, la persona lectora se encuentra distintas realidades familiares en una cuidada simetría. Reconozco que las primeras dos historias, que contraponen la ternura a los malos tratos y la violencia de género, me sorprendieron y me parecieron una combinación sublime. Pero si este reseñista ha de ser sincero, no acabo de entender la necesidad de las dos últimas entradas, más cortas, para el perfecto equilibrio del cuento.
En “Rottweiler”, Isaí Moreno narra, desde los ojos de Octavito, la llegada de unos extraños hombres con sus perros, de raza Rottweiler, al parque que suelen frecuentar el niño y su hermana mayor: Ani. La ansiedad que va acumulando Octavito cristaliza en la amenaza que los recién llegados suponen para la sexualidad emergente de su hermana preadolescente a través del peligro que sufre Chiquis, el perrito de los niños, por culpa de los Rottweiler. La historia se cierra con un final abierto. Pero en todo momento sugiere los miedos que atenazan a la clase media mexicana en una realidad cada vez más violenta, invadida por esos extraños que han empezado a poblar su vida sin previo aviso. Se trata de uno de los cuentos que más me ha gustado. Podría llegar a compararlo sin problemas con “Casa tomada”, de Julio Cortázar, salvando las distancias estilísticas entre ambos autores. En los dos casos, la contención se utiliza con maestría.
Yuri Herrera usa en “Los otros” otra técnica muy cortazariana. El autor trabaja con dos series paralelas. Por un lado, la imagen del hombre terrible, una silueta que amenaza en todo momento al narrador. Por el otro, la historia íntima del narrador con su primera novia, a quien acompaña a unas pruebas médicas que deben certificar un cáncer. La estrategia protectora del narrador para con su ex novia se torna contra él cuando se revela el pasado secreto de ella. Mientras tanto, el “hombre terrible” ejecuta su terrible sentencia justo en el momento en el que la ex novia del narrador sale de la consulta. De nuevo, la amenaza de la violencia que se cierne sobre la sociedad mexicana es la protagonista.
La de Úrsula Fuentesberain, “Preguntas sobre la propagación del moho”, es una historia a medio camino entre la emigración mexicana a EEUU y el género. Una madre hilvana un monólogo para su pareja mientras recuerda su infancia en Arizona y el embarazo de su hijo, Daher. El peso de la ciencia en este relato es importante porque la narradora está estudiando química en la universidad, y varias reflexiones científicas se intercalan a la terrible y sorprendente revelación que espera a quien lee el cuento. De todas ellas, me gustaría destacar esta por su profundidad: “¿Sabías que dos sistemas aislados pueden permanecer en equilibrio térmico al ponerse en contacto siempre y cuando «contacto» signifique intercambio de calor, pero no de partículas?” (pág. 42)
La llegada a la edad adulta a partir del descubrimiento del sexo es el hilo que estructura “Kilimanjaro”, de Lorea Canales. La referencia a Hemingway en el título resulta más que evidente. De unos inicios en donde la sombra de la infidelidad y las obligaciones cotidianas cercan a Margarita, la narradora, esta pasa a recordar su primera relación sexual, con Alex, y la realidad sexual masculina, tan ajena a la de la protagonista en aquel momento. Las complicaciones que conlleva para Margarita esa primera relación son la antesala de lo que será su madurez sexual.
En definitiva, un buen puñado de cuentos, algunos de ellos puras joyas, que bien merecen su lugar en la librería Altamira de Miami que muestra la imagen anterior, y deberían tener mayor atención mediática en ambas lenguas (castellano e inglés), en especial, por el esfuerzo realizado por el editor, que no solo se debe medir en horas, sino también en sacrificios pecuniarios. En especial, porque Al adquirir un ejemplar de esta obra se apoya a Casa Xochiquetzal: un albergue que tiene una misión asistencial. Beneficia a un sector vulnerable de la sociedad por edad, sexo y situación social, mediante la atención de necesidades básicas en materia de alimentación, vivienda; asistencia médica, jurídica; ayuda para servicios funerarios, orientación social y promoción de los derechos humanos.
Como visión, su finalidad es ofrecer un espacio digno a trabajadoras sexuales de la tercera edad de escasos recursos y/o riesgo de calle, proporcionando vivienda, alimentación y servicios de atención médica, psicológica y asesoría legal, contribuyendo al mejoramiento y promoción de los derechos humanos para evitar todo tipo de discriminación y maltrato, desde una perspectiva de equidad y compromiso social. Asimismo, busca servir como modelo de desarrollo asistencial en su tipo, propiciando de manera ejemplar la promoción de los derechos humanos y evitando cualquier tipo de discriminación y maltrato.
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