El motivo principal por el que escribo este artículo es demostrar que la historia en España es como “el día de la marmota”.
La historia política española ha acostumbrado a ser escrita como si los personajes se moviesen siempre guiados por ideales y pasiones, cuando la realidad es que, en ocasiones, estuvieron influidos por intereses, y que motivaciones de este carácter presidieron a menudo las decisiones del parlamento y del gobierno.
Estos factores no siempre han dejado huella en la documentación. Conviene, sin embargo, situar a nuestras figuras políticas dentro del contexto de sus conveniencias y describir las fuerzas económicas que los presionaron para su beneficio. Esta última tarea la ha iniciado Tuñón de Lara en su Estudio sobre el siglo XIX español.
Retengamos su afirmación de que “en la España del último cuarto del XIX, los grandes propietarios constituían el sector dominante. La afirmación se descompone en dos:
a) abrumadora importancia del sector agrario en la economía y la población; b) concentración en grandes propiedades de la mitad o más de las tierras”.
Como grandes propietarios notorios aparecen, en primer término, numerosos títulos de nobleza, sean antiguos o bien creados durante la etapa de la Restauración, como el marquesado de Comillas y el condado de Romanones entre éstos.
Otros importantes poderes agrarios vienen dados por el dominio de industrias agrícolas de relieve, como la azucarera. Son figuras decisivas, dentro de ésta, el sobrino de Sagasta y ministro de Hacienda, Tirso Rodrigáñez; Germán Gamazo y Joaquín Sánchez Toca, entre otros.
En Andalucía es aún más característica la significación industrial de las grandes propiedades, como casos el malagueño de la constelación Larios-Heredia-Loring; el jerezano de los Domecq, Osborne, etc., el sevillano de los Luca de Tena en la industria del aceite.
Durante el reinado de Isabel II se otorgaron 401 nuevos títulos de nobleza, que se añadieron a los 1.043 existentes en 1834. El reinado de Amadeo I y la Restauración crearon 278 más y rehabilitaron otros diez. Desde 1900 hasta 1931 se concedieron 228 y se rehabilitaron unos diez más.
Escribe Tuñón que quienes tienen importancia en la siderurgia, la minería, la energía eléctrica, las industrias y, desde luego, la Banca, se integran en la aristocracia, con algunas excepciones. Resalta la importancia de los enlaces matrimoniales en la formación de grupos: así, la vinculación nupcial de las familias de Antonio López y Juan Güell y Ferrer; el conde de Romanones y la hija de Alonso Martínez; Maura y la hermana de Germán Gamazo; Prim con la hija del banquero mexicano Agüero; la hija de Prim con un Heredia; Silvela con la heredera de los Loring, etc.
La tendencia al monopolio y al oligopolio trae de suyo un impulso a actuar como grupo de presión, que se percibe en la Central Siderúrgica de Ventas, creada en 1907; en La Papelera Española, creada en 1901, y otras formas semejantes.
Alguna, directamente conectada con el poder, obtuvo favores muy discutidos, como por ejemplo las medidas benévolas para los fabricantes de alcohol que dispuso el gobierno Azcárraga (diciembre de 1904- enero de 1905), en el que era ministro de Hacienda Tomás Castellano, que presidiría más tarde la agrupación de los alcoholeros.
En una fase posterior, a medida que el poder político fue tomando cada vez más decisiones en materia económica, vinieron las subvenciones del Estado a grandes empresas, como las del carbón, las navieras, etc., y los préstamos sin interés a negocios ferroviarios.
Éstos eran tradicional coto de los políticos, y hasta Palacio habían llegado las humaredas de las locomotoras. En Levante surge la figura del marqués de Campo, ennoblecido en 1875, fundador del ferrocarril de Valencia-Játiva.
En las líneas roths-childianas de M.Z.A., está el marqués de la Gándara; en la del Norte, el director del Crédit Mobilier, Osma, suegro de Cánovas del Castillo; los Ferrocarriles Andaluces tuvieron también a Cánovas por presidente, y en los de Cáceres a Portugal figuró con relevancia don Segismundo Moret, que aparece también en otros diversos consejos de administración y, concretamente, en el del Banco de Madrid, que él organizó de acuerdo con los capitalistas franceses.
La familia Canalejas tenía intereses en catorce pequeñas compañías de ferrocarriles y Eduardo Dato era consejero de M.Z.A.
Dentro de la lógica escasez de datos acerca de materia tan poco adecuada a la publicidad, hay que sacar provecho de una referencia como la del Diario del Comercio barcelonés de 14 de noviembre de 1890, denunciando la entrada en masa en los consejos de administración de los bancos en tal época de los Cánovas, Sagasta, Martos, Balaguer, Alonso Martínez, González, Pidal, Eguilior, Canalejas, Bugallal, Becerra, Girona, Moret, Puigcerver, Salamanca, Barzanallana, etc., puesto que
“Comprendieron los fundadores y directores de aquellas sociedades que era precisa la base de una decisiva influencia política para vivir y pensaron que la mejor manera de alcanzar y satisfacer sus deseos era cuajar los consejos de administración con personasjes políticos de gran fuste”.
Fuente: HISTORIA INAUDITA DE ESPAÑA (Pedro Voltes)