La utilización del suero o sangre de gente que ha superado la infección responde al tratamiento que llamamos inmunidad pasiva. La inmunidad pasiva consiste, a diferencia de las vacunas, en introducir los anticuerpos generados por los supervivientes en el cuerpo de un paciente enfermo con el objetivo de activar el sistema inmune y acabar con la infección. Una vacuna funcionaría de otra manera, el virus atenuado sería inyectado con el objetivo de provocar una respuesta inmune frente este patógeno y poder así hacerle frente ante un encuentro con el patógeno virulento.
La transfusión de suero o de sangre de pacientes es hoy por hoy, según la OMS, el método más económico y factible para frenar la evolución de la infección y no se alejaría mucho del método usado por los estadounidenses, que al fin y al cabo es una mezcla de anticuerpos monoclonales obtenidos, eso sí, en condiciones controladas.
No obstante, y fruto de la reunión de expertos de la OMS el pasado 5 de septiembre, se ha dado prioridad a realizar tests con dos vacunas: por un lado una vacuna basada en un adenovirus de chimpancé (ChAd3) y otra basada en el virus de la estomatitis vesicular (rVSV). Ambas se encuentran en la primera fase de pruebas y se espera que poco a poco se vaya comprobando que no son peligrosas para su aplicación en humanos.
Sin embargo el principal problema en estas zonas es el mismo de siempre, la falta de medios y de equipos de aislamiento, así como la falta de conocimiento, hace que el virus se extienda rápidamente y sin control por el momento. Desde Biogenmol esperamos que se actúe de la forma más ética y rápida posible para frenar el brote de la enfermedad en este continente, ya de por sí castigado por las hambrunas, sequías y otras muchas enfermedades.
Fuente: Nature doi:10.1038/nature.2014.15854