Las navidades pasadas presencié un regalo muy original. Escribo presencié porque el regalo en cuestión era para verlo. Una pareja amiga cuyo hijo tiene cerca de dos años quería ir poniéndole al niño un cuarto propio en la vivienda. Pero antes habían pensado realizar un estudio técnico de emisiones electromagnéticas para asegurarse que el sitio, el cuarto, era sano. Unas antenas de telecomunicaciones situadas en un cerro que está a unos 200 metros en línea recta de la casa y cuyas radiaciones entrarían por el futuro cuarto del niño les hacían sospechar y querían asegurarse. Total que me invitaron a presenciar el trabajo de Alberto Cela Criado, el especialista en riesgos provocados por radiaciones electromagnéticas y experto en electrosensibilidad que han contratado (no obstante yo les recomendé a Alberto, que se anuncia en este blog).
La mañana fue muy curiosa. Es interesante observar cómo trabaja uno de estos ingenieros con su maletín lleno de aparatos de medición. La vivienda de estos amigos, situada en un piso de unos cien metros cuadrados en una de las mayores poblaciones de la Sierra de Guadarrama (Madrid) resultó estar sana pero aun siendo un espacio que destacaba por sus bajos niveles de emsiones electromagnéticas tenía algunos “puntos negros” que me llamaron la atención. Y me la llamaron no por lo extraño del asunto sino todo lo contrario, porque cualquier persona puede pasar por lo mismo con facilidad. Por ejemplo, se midieron altos niveles de radiación en la cama del dormitorio principal. En concreto, un 60% por encima del límite recomendable (100 microvatios por metro cuadrado, según el Informe BioIniciativa, para interiores) es decir, 570 µW/m2 procedentes de un teléfono DECT (los inalámbricos que funcionan mediante microondas como si fueran móviles) cuya base se comprobó que procedía del piso del vecino de abajo. En caso de que el vecino no cambie de teléfono (a un modelo Eco-DECT o uno por cables) sería necesario apantallar el suelo por debajo de la cama con una malla metálica o una capa de pintura protectora de altas frecuencias.
Por otra parte se detectaron campos eléctricos asociados a los cables que recorren ambos lados de la pared del cabecero de la cama con entre 110 y 240 voltios por metro (siendo recomendable no sobrepasar los 10 V/m). Para corregirlo se propuso condenar los cables desde los puntos de luz/corriente más alejados de dicha pared. Se recomendó asimismo condenar los cables de la pared para la futura ubicación del cabecero de la cama del hijo (con orientación hacia el norte) pues aunque no emitían mucho mejor curarse en salud.
En la habitación del ordenador se detectaron campos magnéticos de 30 a 200 nanoteslas (siendo lo recomendable lo más próximo a cero, y nunca por encima de 100 nT.) a la altura del taclado debido a un altavoz situado detrás de la pantalla. Se recomendó situar el mismo a una distancia de al menos un metro y separar los piés en la medida de lo posible de la CPU (la “caja” del ordenador). Además, se detectaron emisiones en el router Wifi (150 microvatios por metro cuadrado) a pesar de estar conectado por cable, quedando pendiente su completa anulación por software.
En la cocina, vimos como la caldera de gas que se utiliza para calentar el agua, aparentemente inofensiva, escondía un potente transformador en su interior, que por su ubicación puede emitir cerca de 5.000 nanoteslas respecto de la cabeza de la persona que está fregando justo delante del mismo. Sería recomendable alejarse del aparato en la medida de lo posible (baja de 100 nT. a partir de 40 centímetros).
Se detectaron altos niveles de electricidad estática (5.000 voltios) en la superficie del cogín que más usa uno de los gatos de la casa para descansar. Se recomendó ponerle por encima una funda de algodón para ayudar a disipar el exceso de carga.
Valores de radiactividad de 140 milirems por año en toda la casa, excepto el baño de invitados con baldosas amarillas en las paredes que tiene 200 (siendo lo recomendable no más de 500 mRem/año según la OMS). Para evitar pequeñas concentraciones de gas radón en el interior del mismo (un gas radiactivo producido por la descomposición del granito, muy abundante en la zona donde está situada la vivienda), se debe dejar siempre que sea posible la ventana del baño abierta.
No se detectaron alteraciones geopatógenas peligrosas cerca de los lugares de permanencia habituales.
Más info: En el libro La salud que viene. Éste contiene un capítulo sobre el denominado Síndrome del Edificio Enfermo.