Ayer fui a ver la película “Mientras dure la guerra” de Alejandro Amenábar y me encantó. Me parece un título maravillosamente escogido para un pedacito de la Historia de España que viene a hablar de lo mismo que se habla siempre: medias verdades, fuerza contra inteligencia, la siempre presente picaresca, el posicionamiento obligatorio (o estás conmigo o contra mi). Yo políticamente me declaro UNAMUNIANA.
No solo porque admire a Don Miguel profundamente como autor sino por su defensa del diálogo y por su ejemplo – para algunos malinterpretado- de que en esta vida por encima de todo tenemos la capacidad de equivocarnos y de cambiar de opinión. Que no tenemos que ser siempre valientes aunque nos llamen cobardes. Y que siempre siempre podemos hablarlo.
Aunque el debate se haya centrado en la veracidad de las palabras pronunciadas durante el discurso del “Día de la Raza” o Día de la Hispanidad, en su sonado enfrentamiento con Millán Astray, la película va mucho más allá. Y dura mucho más de lo que duró la guerra. Muchísimo más. Hasta hoy mismo.
No estuvimos ahí, en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, ninguno de los que podemos disfrutar ahora de la recreación cinematográfica de Amenábar. Pero por las mismas calles por las que paseaba Unamuno, cabizcajo, ya mayor y apoyándose en su bastón mientras cavilaba, por esas mismas calles más de ochenta años después sigue levantando ampollas hablar del conflicto de vascos o catalanes, y la bandera sigue siendo un símbolo malinterpretado por unos y otros bandos y si, siguen existiendo bandos, y la posibilidad de que alguien se alce algún día con unos colores determinados de la mano y pegue cuatro voces para ser coreado, aun en medio de una sala de cine, existe. De hecho, ya ha pasado.
Es una película que debe verse con la amplitud de miras que nos da el sentirnos parte de un cambio, de una sociedad que crece y mira atrás para seguir escribiendo la Historia sin olvidarse de los errores que se cometieron. No para perpetuarlos.
Como “dijo” Don Miguel de Unamuno, “…convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pediros que penséis en España. He dicho”.