En la carta de este restaurante podemos encontrar, principalmente, comida tradicional vasca, con especial atención al mar, a sus sardinas, anchoas, rape y, como no, al bacalao. Todo esto sin descuidar las carnes rojas, el chuletón que tiene el caro precio de 43€ pero del que comen dos o tres. La carta se completa con otros productos, no menos clásicos, como las pochas o los pimientos.
El restaurante tiene un gran salon y una par de comedores pequeños, además de una zona de terraza donde nos sentaron. Eramos 7 comensales con dos carritos y tuvimos suerte ya que nos dieron una mesa redonda en ella, pero debajo de un porche y en una zona retirada de cualquier paso. Siendo tantos pudimos degustar varios platos donde, excepto unas mollejas, triunfó el pescado: Rape Currito (rebozado pero en salsa verde), lomos de merluza con almejas y delicias de merluza en salsa de chipirón fueron lo platos más celebrados y los que demostraban la calidad de la materia prima. Aparte tomamos chipirones en su tinta (te ofrecian el arroz a parte si lo querías) y como entrantes un foie en escabeche, una morcilla de puerros espectacular y unas anchoas fritas (boquerones) tan ricas que repetimos.
Nos acopañamos con vino de la casa, blanco, un verdejo Monopole Siglo XXI; si pides tinto de la casa te sirven Cuné (con el vino no arriesgan mucho). Todo ello con postres, de los que cabe destacar el hojaldre con crema y la pirámide de chocolate, cafés y licores sale a unos 50€ por cabeza.
El servicio es de estilo cercano y aunque bastante profesional tuvieron despistes, como por ejemplo traernos el agua y el vino y dejarlo en una mesa auxiliar pero sin servirlo u olvidarse de los cafés.
Vale la pena, aunque ya no está tan de moda bien merece una visita. Comparado con otros clásicos como Txistu o el Asador Donostiarra Currito sale ganado, tiene los mismo detalles "guiri" de venderte loteria o hacerte una foto pero la calidad de la comida es realmente superior, su carta merece mucho más la pena y el precio es mucho más bajo.