Echamos en falta, sin embargo, evidencia objetiva que confirme esa relación y, sobre todo, la que especifique en lo que respecta a la salud mental, el empleo obsesivo de recursos electrónicos es el huevo o la gallina. La causa o el efecto de comportamientos, al menos, peculiares.
Cualquier psiquiatra que se precie debe haber, no ya leído, sino estudiado con profundidad la más grande obra de la literatura en español: “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, de Miguel de Cervantes. No hace falta alargarse mucho en el texto para encontrar el párrafo: “…y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio.” Para cuando se publicó El Quijote, hacía ciento cincuenta años de la invención de la imprenta, invento al que se atribuyeron toda clase de perjucios y maldades, que en la lectura de los legos estuvo origen del cisma de Occidente, un diseño del maligno para torcer voluntades y corromper almas, promover herejías y descreimientos o acabar volviendo loco a cualquier hidalgo castellano. Cervantes(1) ya daba por superada esa etapa de crítica desaforada a la difusión de conocimiento mediante el recurso de la imprenta. Pero hay quien todavía no lo ha superado. De la imprenta han volcado sus prejuicios y culpabilidades a la Internet. Y por extensión a los otros dispositivos que almacenan o difunden información escrita o en imágenes…y todo ello sin censura!!!
Van a hacer falta aún unos años para que encontremos un equilibrio entre la difusión de la informació y su administración. Y para que veamos ceder las críticas poco pensadas a un medio, o unos medios que estan contribuyendo notablemente a mejorar la vida de la gente. Y ello mientras vemos que las instituciones o los gobiernos que pretenden imponer censuras a la Internet, son los más reaccionarios y totalitarios que existen. Y que no lo hacen para proteger a su población de posibles males, sino para protegerse ellos mismos de las naturales críticas que la opresión y la falta de libertades concitan.
En lo que respecta a la salud mental de los más jóvenes, como decimos, todavía nos falta información objetiva. Investigadores del Departmento of Psiquiatria y Neurociencias de la McMaster University, en Hamilton, Canada, han publicado recientemente un estudio centrado en las preguntas de si, en primer lugar, estamos subestimando groseramente la prevalencia de la adicción a Internet. Y, en segundo lugar, si estas cuestiones de salud mental pueden ser una causa o la consecuencia de una dependencia excesiva en Internet. Tampoco han encontrado las respuestas precisas, pero si abren el camino para que intentemos entender por donde se nos pueden escapar niños o jóvenes susceptibles de recibir atención por este tipo de problemas.
Como siempre y en cada caso, un profundo estudio de los antecedentes y una precisión en el diagnóstico nos ayudarán. Y en todo caso debemos desproveernos de prejuicios que puedan distraer la atención en cada situación específica. Personalmente no creo que la Internet pueda volver a nadie loco, más allá de lo que pudieran hacer los libros de caballerías–por cierto, una literatura bastante cutre–las novelas del Oeste o los videos de Youtube.
X. Allué (Editor)