Vacunas comestibles: ¿alternativa o utopía?

Por F.guiral - S.pérez

Rabo, dos orejas y vuelta al ruedo. Es decir, doctorado cum laude. No le estaba permitido a los miembros del Tribunal ante el cual defendía hoy su tesis Elena Cebadera, licenciada en Farmacia y directora de Propiedad Intelectual de Laboratorios Rovi, sacar los pañuelos, por aquello de las formas pero como si lo hubieran hecho.

El tema: las plantas transgénicas como biofactorías de vacunas comestibles. Unión de farmacia y agricultura, de innovación científica y alternativa de futuro para los países en desarrollo, donde millones de personas, especialmente niños, no tienen acceso a la prevención necesaria para protegerles de diversas enfermedades. Un tema que plantea tantas posibilidades de futuro como dudas razonables. Lo que sí es seguro, así quedó hoy confirmado, es que a partir de hoy la tesis doctoral de Elena Cebadera se convierte en referencia con mayúsculas.

El biopharming, o producción de plantas transgénicas como biofactorías comenzó a desarrollarse a principios de los años 90 y se han desarrollado ensayos preclínicos y clínicos en diversas variedades vegetales, como patata, banana, tomate y tabaco para luchar contra enfermedades como la hepatitis B y el virus Norwalk. Podría considerarse al investigador Charles Arntzen, investigador de la Universidad de Arizona y miembro de la Academia Americana de Ciencias desde 1983, como el padre de las vacunas comestibles. Su idea inicial era desarrollar vacunas en plátanos, por ser un producto básico en países en desarrollo como África, ser muy aceptado por los niños, y no necesitar cocción para su consumo. De este modo se podrían producir vacunas de un modo barato a gran escala, ahorrando los costes que supone mantener la cadena de frío de las convencionales.

Sin embargo, casi dos décadas después, las vacunas comestibles siguen sin ser una realidad consolidada, ya que ninguno de estos productos ha pasado de los ensayos clínicos. Aunque sobre el papel sus posibilidades parecían inabarcables, las dificultades prácticas para que pasen de utopía a realidad tienen un nombre propio: variabilidad. Variables pueden ser las condiciones para el mantenimiento de estos vegetales, variable la respuesta inmunológica de los individuos que las consuman. A estos se añaden dos interrogantes más: un manifiesto vacío legal y la duda sobre si no seguiría siendo necesario un prescriptor que controle su dosificación. Las dudas de los consumidores de los países desarrollados, especialmente en la UE sobre las plantas transgénicas tampoco suponen, ni mucho menos, un acicate para su desarrollo.

De lo que no hay ninguna duda es del interesante y oportuno tema elegido por Elena Cebadera, cuya tesis doctoral es otro producto de la Factoría Montaña Cámara, y confío en ver pronto publicada. Esta profesora de la Facultad de  Farmacia y experta bromatóloga lleva  vinculada desde hace muchos años con la biotecnología agroalimentaria, y son ya varias las tesis que ha dirigido relacionadas con este tema, siempre con el espíritu de trabajo y la pasión que la caracteriza. “Pero esto no puede parar. Tenemos que seguir investigando en este tema”, me dijo hoy haciéndome un guiño cómplice. ¿Cómo no recoger su guante?

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