Por desgracia, continúan llegando malas noticias sobre los diversos ensayos clínicos que están haciéndose para encontrar una vacuna eficaz y segura para prevenir la Covid-19. La muerte de un voluntario en la investigación que hacen la farmacéutica AstraZeneca (AZ) y la Universidad de Oxford arroja más dudas sobre el producto que están fabricando. Y no es cuestión de un solo laboratorio.
En efecto, las autoridades sanitarias de Brasil han anunciado que un voluntario que participaba de los ensayos de la vacuna de dicha entente ha fallecido. La Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria brasileña (Anvisa) ha confirmado que fue notificada el pasado 19 de octubre (se trata de João Pedro Feitosa, un médico recién graduado de 28 años de Río de Janeiro). Las pruebas de la vacuna, de todos modos, continuarán.
Este segundo voluntario sufrió «síntomas neurológicos sin explicación» en los estudios que hacen en colaboración con la institución universitaria.
De momento pues, se han confirmado dos afectados por efectos secundarios en su sistema nervioso y una muerte.
Me llaman la atención dos datos de los últimos acontecimiebtos que suelen ser comunes en otros casos similares: que se ha filtrado que el voluntario no recibió la vacuna sino un placebo. La información no fue confirmada por Anvisa pero también es paradójico que alegue un acuerdo de confidencialidad para no hacerlo.
Sobre esto último comentar que se sabe el nombre del médico fallecido, luego la «confidencialidad» ha saltado por los aires. Además, para ofrecer datos concretos sobre cómo ha resultado muerta esa persona no hace falta su nombre ni datos personales, lo que nos interesa no es eso sino si la vacuna en experimentación ha podido ser la causa de la muerte y porqué.
Hace años explicamos cómo esa presunta confidencialidad puede destruir la confianza de la población en las pruebas biomédicas. Está en el post titulado Cómo no destruir la confianza en la investigación clínica.
Es justo reconocer que en los ensayos clínicos puede haber fallecimientos. El asunto es cuando esas muertes no se reconocen o directamente se ocultan, algo en lo que es experta precisamente la empresa AstraZeneca, como bien sabemos de primera mano en el Bufete Almodóvar & Jara pues litigamos con la farmacéutica por una muerte en una de esas pruebas ocurrida en España.
Esta (y otras) entidades además evitan investigar de manera responsable y profesional esos acontecimientos para no dañar la imagen de su producto en investigación y la suya propia. En el caso de AZ, no hace autopsias a quienes mueren en una de sus pruebas clínicas; impiden el acceso a la información sobre lo sucedido; niegan a la familia del fallecido muestras biológicas suyas para poder investigar de manera privada los hechos, etc.
Las farmas manejan toda la cadena de información de cada ensayo, esto es clave para comprender porqué existe tanta corrupción en algo tan esencial para la sociedad como la investigación biomédica. No existe transparencia, algo que debería ser indispensable, más si cabe en tiempos de pandemia mundial. Y lo peor es que los diferentes gobiernos se pliegan a los intereses de las farmacéuticas.
Con respecto al asunto del placebo, suena a vulgar excusa para «salvar» al fármaco. Cada vez que se producen muertes en los ensayos clínicos sus responsables argumentan lo mismo: el fallecido no tomaba el medicamento probado sino un simple placebo (sustancia inerte, sin acción alguna). Luego que sea la familia del fallecido la que emplee recursos económicos, tiempo y energías en investigar los hechos… sin ayuda, claro.
Parece que las reacciones adversas a las vacunas que están a prueba para la Covid no están pasando desapercibidos. Los efectos secundarios han sido similares también en voluntarios de la vacuna de la compañía Pfizer al experimentar síntomas más graves de lo que esperaban.
De nuevo se repite la historia pues la farmacéutica declinó suministrar mayores detalles al argumentar que deben «respetar la privacidad de este participante».
Insisto, no queremos saber cómo se llama esa persona ni dónde vive, eso es irrelevante, lo que la población necesita es saber qué ocurrió, qué enfermedad inexplicable le ha dañado, cuánto y porqué y si eso está directamente relacionado con la vacuna, como dicta el sentido común.
En fin, poca transparencia en estos que son los ensayos más avanzados en la actualidad de las casi 180 candidatas a vacunas que están probándose en todo el mundo, ninguna de las cuales ha completado aún las indispensables pruebas clínicas que han de demostrar su eficacia y seguridad.