Viví y trabajé en la región de los Balcanes, en Turquía y en el Cáucaso durante más de una década. Mi trabajo se centra en la yuxtaposición entre la crónica y la ficción, en explorar ideas sobre los conceptos de frontera, tierra, memoria, deseo, identidad e historia. Me interesa cómo se cuenta la historia y nociones como la periferia y el límite. Para mí la fotografía es un proceso de alfabetización, un viaje hacia el entendimiento.
Vanessa Winship
La fotografías de Vanessa Winship (Barton-upon-Humber, 1960), que se exhibirán a partir del 30 de mayo en la Fundación MAPFRE de Madrid, entablan un diálogo con la impronta del siglo pasado sobre las personas y los territorios que estas transitan, con los largos procesos marcados por movimientos de desintegración e integración, de volubilidad de fronteras y reafirmación de identidades. Sus imágenes, en ocasiones apoyadas en textos breves, ofrecen una mirada poética, menos inmediata (pero más duradera) que la del fotoperiodismo, que aborda el efecto de la historia sobre lo cotidiano.
Desde que iniciara su trabajo en los Balcanes a finales de la década de 1990 hasta su obra más reciente en Almería, Winship se ha interesado por espacios en los que la presencia humana y el paisaje parecen desafiar los límites geopolíticos y los sucesos históricos.
Todo el potencial y contenido documental de su fotografía se desplaza hacia nociones íntimas, como la vulnerabilidad, el cuerpo o la biografía.
En sus series se puede trazar el modo en que se inscriben, en la piel, los rasgos o el vestido, normas, herencias, filiaciones nacionales y raciales o mandatos estatales; asimismo, la forma en la que en cada uno de los paisajes resiste inalterado a la historia o graba en su seno, mediante las ruinas de proyectos políticos o sociales, las heridas de un pasado reciente.
Esa doble naturaleza, entre la indagación documental y la pesquisa íntima, es clave en la obra de Winship. Tanto si sus imágenes muestran la inmediatez de un instante que casi escapa a la mirada, como si son el producto del posado de un modelo, contienen un elemento de autenticidad: el que es capaz de generar un sentimiento de lo común y compartido a través de una mirada a lo aparentemente ajeno y remoto.
Vanessa Winship por Albania, Serbia y Kosovo y el contacto con los reporteros de guerra allí desplazados supone su primer cruce de fronteras en conflicto y la constatación de una decepción acerca de la capacidad informativa de la fotografía en el contexto de los estertores del prolongado conflicto de la ex Yugoslavia.
Travesía de los Balcanes muestra un aspecto fragmentario que se condensa en microhistorias, elocuentes de un momento y un lugar marcados por la inestabilidad y el desarraigo. El vagar de los refugiados albanokosovares dibuja un mapa en movimiento, mientras los restos de monumentos conmemorativos, construcciones militares e infraestructuras del período comunista actúan como un personaje silente ante el que desfilan seres humanos que parecen despertar de un largo sueño.