Había nacido en 1836 en Nantes, en la bretaña francesa, al oeste de Francia, y estudiaría en París -en la Escuela de Bellas Artes- de la mano del gran Ingres. En 1860 París era el centro del mundo, volvía a relucir más brillante que nunca, quizás, con el Segundo Imperio de Napoleón III. Ahí, en la ciudad del esplendor y la fascinación más mundana, el joven pintor Jacques Tissot retrataría ese mundo maravilloso. Y todo seguiría así, esplendoroso, hasta que la más cruel de las primeras guerras más crueles de Europa sobreviniera inesperada, sorprendente, desnudando la inocencia de los europeos ya para siempre. En 1870 se desbocaría el horror en los campos de Francia como nunca habría sucedido jamás. La guerra Franco-Prusiana detonaría la mayor convulsión social que transformaría Europa por completo, tanto que ésta no terminaría de sufrir hasta 1945.
Después de la defenestración más asolada que Alemania hiciera a la vencida Francia, los jóvenes franceses sólo pudieron resistir en la desesperada Comuna, o marchar del país. Así que Jacques se marcharía a Londres y allí cambiaría del todo, hasta su nombre por el tan británico James. James Tissot entonces retrataría a la satisfecha sociedad inglesa, sociedad que comenzaría a desarrollar, gracias a la debilidad de sus vecinos, de un imperio que la llevaría a dominar el mundo como quizá nunca imperio alguno hubiera alcanzado tecnológicamente jamás. Y allí, en el Londres cultivado, arrebatador y arrogante, el pintor francés conocería a la maravillosa Kathleen Newton.
La exquisita, bella y divorciada Kathleen acabaría siendo la modelo y la compañera de Tissot durante casi toda la década de los setenta decimonónicos. La soltura, el perfecto dibujo, la naturalidad y el realismo fascinante de la alta sociedad y sus costumbres, hizo de Tissot un pintor demandado para plasmar el retrato de la vida de entonces, desenfadada, frívola, mundana y superficial. Una de sus obras es paradigmática de lo que retratara entonces. Su óleo Demasiado pronto de 1873 es muestra de aquella sociedad. Causaría sensación la escena escenografiada aquí por Tissot. En ella el autor nos presenta el instante, el momento de ese tiempo ofuscado en el que los invitados a una fiesta llegan antes de tiempo. En el lienzo se observa lo incómodo de la situación, representada ahora por los gestos de algunos de los personajes retratados magistralmente.
Y todo volvería a seguir así, maravillosamente vivido. Hasta que la cruel enfermedad de Kathleen -una tuberculosis al parecer- llevara a ésta a su suicidio en 1882. A los veintiocho años fallecería dejando a Tissot en la encrucijada más pavorosa de su nueva vida londinense. Dejaría entonces de pintar. Volvería a París. Y tomaría una de las decisiones personales que más le transformaría su vida y su creación posterior. Marcharía a Palestina, en donde permanecería casi diez años. Todo lo cambiaría entonces: la técnica, los colores, el trazo, la temática, su vida... Retrataría ahora la vida de Jesucristo tan compulsivamente como antes lo hubiera hecho de su mundo anterior.
Existió una vez -según cuenta el Génesis y las leyendas bíblicas- un rey de Mesopotamia tan cruel y despiadado que quiso demostrar su poder construyendo la torre más alta y más grande del mundo. Así fue como se realizaría la famosa Torre de Babel. Al parecer, las tradiciones judaicas sitúan a Nemrod como bisnieto de Noé y como el primero que llegaría a ser el hombre más poderoso de la Tierra. El primer rey, el primer señor que dominara las tierras de la mesopotamia postdiluviana. Casi todas las versiones legendarias lo presentan como un hombre depravado, opuesto a toda divinidad o devoción piadosa. Algunas leyendas cuentan el final del malvado Nemrod a manos de Sem, otras que se arrepentiría incluso, y otras que Esaú -nieto de Abraham- terminaría decapitándolo.
James Tissot regresaría a París y a Londres para exponer sus nuevas obras, acuarelas la mayoría, sobre Tierra Santa. Poco después se mudaría a la abadía cisterciense de Clairefontaine, en Bouillon, Francia. Allí acabaría sus años -fallecería aquí en 1902- pintando la temática que no abandonaría ya jamás. Una de sus obras más curiosas fue la que dibujase representando la visión que tuviese Jesús desde la propia cruz. Una audaz -y hasta sacrílega para algunos- visión de lo que el dios de los cristianos viese antes de morir crucificado. Todo un alarde pictórico y sentimental. Así lo dejó plasmado en su obra ya el creador, la visión divina que nadie pudiera siquiera imaginar; salvo él, que la mostró decidido, y convencido de que toda mirada tiene una perspectiva diferente, perspectiva que puede, alguna vez, ser así de nuevo vista.
(Todas las obras de James Tissot: acuarela Vista desde la Cruz, 1896, Nueva York, EEUU; Obra Adoración de los pastores; Óleo El pequeño Nemrod, 1882; Óleo Mujer joven en una barca, 1870; Obra Recepción, 1885; Óleo La mujer de Moda; Retrato de Kahtleen Newton, 1880; Autorretrato de James Tissot; Obra Demasiado pronto, 1873; Cuadro Jesús en Betania, 1894.)
Vídeo de la película rodada en Palestina en 1912 sobre la Vida de Cristo -Del pesebre a la Cruz- por el director Sidney Olcott: