Lo fascinante del mundo del arte es su carácter dinámico, propio de cualquier disciplina humanística, siempre sometida a fascinante revisión y estudio. Siendo así no debemos extrañarnos de que el catálogo de obras de autores tan estudiados como Caravaggio, Reni, Miguel Ángel, Goya, sufra altas y bajas. En algunos casos es la aplicación de nuevas técnicas al análisis de los fondos museísticos, una concienzuda restauración o la intuición (hija del conocimiento) de muchos conservadores y especialistas las que lleva a atribuir o desechar la obra como propia de un determinado artista. El pasado mes de mayo se dio a conocer un "nuevo" cuadro obra de Rafael propiedad de la Galería Estense de Módena. Se trata de un estudio para la Virgen de la perla, del Museo del Prado, que se creyó era una copia de una de las figuras del original. En este caso el hallazgo se debió al <> de Mario Scalini, superintendente interino de la ciudad de Módena, que vio detalles "troppo rafaelescos" como para tratarse de una mera copia, aunque lo primero que le llevó a replantearse la autoría fue su sobervio marco, excesivo para una simple copia. La tecnología refrendó la hipótesis de Scalini y el descubrimiento de esta pequeña pieza de Il Divino se hizo público.
A la atribución que aquí nos ocupa le han concedido un espacio mayor en los diarios españoles por tratarse, nada menos, que el supuesto hallazgo de una obra de Diego Velázquez que durante años se atribuyó a un pintor de la escuela sevillana. El lugar: el sótano del Museo de la Universidad de Yale donde "La educación de la Virgen" permaneció durante años en un lamentable (y hemos que añadir que injustificable) estado de conservación. El experto que ha visto la mano de Velázquez en la obra es John Marciari, conservador jefe de arte europeo del Museo de Bellas Artes de San Diego. La temática, color y composición le llevan a concluir que se trata de una obra de su etapa sevillana y la data entorno a 1617 año en que pintó "El almuerzo", con el cual presenta ciertas similitudes. Marciari ha elaborado una enjundiosa hipótesis cuya aceptación pasa por ciertos pasos previos. La obra está pendiente de una necesaria restauración mientras espera a ser revisada por parte de los principales expertos internacionales en la figura de Velázquez. Además sería conveniente una investigación documental que intentase encontrar datos firmes sobre el contrato de la obra (quién la contrató, cuando y, lo principal en este caso, a quién), aunque no se antoja tarea fácil en los muy ricos pero trillados fondos sevillanos.
Siendo así no deja de sorprender el arrojo de John Marciari y el Museo de la Universidad de Yale, a la hora de informar del supuesto hallazgo, en un proceder mediático que se encuentra en las antípodas del elegido en su momento por la Galería Estense de Módena. Y es que también hemos de tener en cuenta que las re-atribuciones, no sólo afectan al catálogo de un artista, sino que pueden tener una importante repercusión económica en las instituciones que las conservan. La injerencia de los intereses económicos invitan a despertar ciertas suspicacias en el caso de las <> que pueden aportar pingües beneficios a las instituciones, públicas o privadas, involucradas. Para aquellos casos sospechosos siempre queda la iniciativa de los investigadores empeñados en arrojar la mayor luz posible sobre nuestra historia. En el caso que nos atañe, la atribución del nuevo Velázquez promete generar un debate largo y, casi seguro, enconado.