Catorce años de chavismo tocan a su fin y no solo por la decadencia física de quien ha encarnado esa etapa histórica, el coronel Hugo Chávez, sino sobre todo porque el proyecto de "revolución bolivariana" está ya completamente agotado y metido además en un callejón sin salida. El petróleo venezolano a precio "bolivariano" ya no compra voluntades políticas con la eficacia de antes, y hace tiempo que los discursos interminables retóricos y apayasados de Chávez dejaron de entusiasmar a las masas desposeídas del continente; incluso en Venezuela ha perdido casi todo su tirón popular.
El ascenso social y político de una nueva clase media de empresarios y negociantes mestizos enriquecidos por la corrupción "bolivariana", que ha regado también abundamentemente los bolsillos de un sector de los empleados públicos y sobre todo de la inmensa mayoría de los mandos militares, más la inercia de todos estos años de confuso discurso y praxis chapucera que entremezclan de modo disparatado el mesianismo milenarista, las referencias a Bolívar y a Jesucristo, la Revolución cubana de hace medio siglo y el "antiimperialismo" del régimen clérico-fascista de Irán, ha solidificado un populismo para consumo de masas y pseudointelectuales que finalmente se ha vuelto muy pragmático en la defensa de las posiciones sociales conquistadas por sus élites, y que a medio plazo acabará buscando acomodo en la nueva-vieja república venezolana que surja tras la desaparición del líder.
Enfrente de Chávez se sitúa teóricamente la oligarquía venezolana, que publicita ahora un candidato joven, listo, arrogante, pijo (en el sentido español de la expresión), impolutamente blanco, millonario y sin escrúpulos: Henrique (con "H", ya ven...) Capriles, un producto clónico de las viejas clases dominantes venezolanas. Diego teóricamente enfrente, porque si Chávez sigue vivo y su régimen en pie es solo porque tras el golpe de Estado que sufrió, se avino a pactar con la oligarquía y compartir el poder y los recursos económicos con ella en lugar de intentar arrebatárselos, como quiso hacer el milico chusquero en su primera etapa en beneficio de su fronda. Es evidente que Chávez nunca pensó en cambiar nada, y es por ello que tras 14 años de "revolución" las estructuras sociales y económicas del país permanecen intactas y la miseria crece a un ritmo desconocido incluso para un país latinoamericano, como consecuencia de la proletarización de las clases medias y la lumperización de las trabajadoras, en tanto la oligarquía tradicional y la nueva burguesía "bolivariana" nadan en petrodólares. Ligada a esa realidad, la violencia, endémica en Venezuela desde tiempo inmemorial, se ha multiplicado por cinco durante el chavismo; es un indicador del grado de desesperación social.
Por todo ello parece razonable pensar que las elecciones que se celebran hoy no servirán para nada. Además, habrá que repetirlas muy pronto, tras la desaparición física de Hugo Chávez.
Mala señal para el futuro, eso sí, que durante la campaña electoral el chavismo haya recurrido al antisemitismo más cutre para combatir a Capriles (nieto de judíos), y que pistoleros afines al régimen campen más o menos a sus anchas baleando opositores. Cierto que es conocida de hace tiempo la zafiedad de ese régimen político, tosco y brutal hasta en sus maneras (o sobre todo en ellas), pero incluso un populismo crepuscular que a fin de cuentas habrá de negociar con sus enemigos la supervivencia de las parcelas de poder político, social y económico conquistadas por la nueva élite "bolivariana" (véase el caso paradigmático de la Nicaragua postsandinista, entregada al tándem orteguismo-oligarquía), debería empezar a aprender a comportarse en público.
Ante semejante panorama el voto responsable de los ciudadanos venezolanos de izquierdas políticamente conscientes debería ser hoy la abstención, o mejor el voto nulo, como muestra de desprecio a los intereses enfrentados este domingo en las urnas y a las personas que los encarnan en las respectivas papeletas electorales.
En la fotografía que ilustra el post, Hugo Chávez rodeado por la cúpula militar venezolana, verdadero sostén de su poder.