El asfalto de color usado habitualmente en carriles bici o pistas deportivas es el que se diferencia del común porque es de un color diferente al negro típico de carreteras y autopistas.
No es pintado y tiene unas ventajas claras: Por un lado, reduce los efectos de la “isla de calor”, fenómeno que se produce en las ciudades, cuando en temporadas de mucho calor y los rayos de sol inciden en el asfalto oscuro (por su color, los atraen), los absorben, los retienen y los van liberando durante las horas siguientes a la puesta del sol.
Este fenómeno origina un efecto caluroso similar al bochorno. Investigadores de Berkeley Lab idearon el “asfalto frío” o cool pavement (https://heatisland.lbl.gov/coolscience), que reflecta entre el 30 y 50 % de los rayos del sol, en comparación con el asfalto negro (este, solo el 5 %), y contribuye a eliminar el calor y disminuir el efecto “isla de calor”, con ventajas de ahorro energético (se reduce el uso de aire acondicionado, por ejemplo).
Por otro lado, tiene efectos positivos en la seguridad de la conducción. La mayoría de accidentes de tráfico es causada por circunstancias que duran solo unas décimas de segundo, pero pueden segar vidas.
El color del asfalto, por su parte, está implicado en la percepción de otros vehículos.
Está científicamente demostrado que el asfalto de color marrón o negro está más involucrado en los accidentes de tráfico que el asfalto de color, ya que no facilita tanto la visualización de los vehículos (https://www.tecnocarreteras.es/2014/07/07/analizando-el-efecto-que-tiene-el-color-del-asfalto-y-los-vehiculos-en-la-seguridad-vial/).
Determinados estudios también corroboran la idea de que el ser humano asocia el color negro con una mayor seguridad, lo que hace que disminuya su estado de alerta en las carreteras.
El asfalto de color no es pintado. Para dotarlo de color, se debe asfaltar sobre hormigón. Si se usa un betún incoloro para asfaltar, las posibilidades cromáticas son ilimitadas.