Si es tu primera visita, me gustaría darte la bienvenida que te mereces.
(La foto la he tomado prestada de la página de Facebook de Soy manada)
Ésta es una anécdota personal de fin de semana.
¿Por qué?
Porque no verla ha hecho que haya perdido de vista un mundo que, hoy por hoy, para mí es practicamente desconocido: la publicidad.
Hoy me he dado cuenta de que no veo anuncios. Bueno, alguno se cuela cuando veo un vídeo en Youtube, pero como suelen ser sobre salud o ejercicio siempre intentan venderme algún aparatejo raro para hacer ejercicios abdominales o cosas por el estilo. Lo importante, lo significativo, es que hace mil años que no veo ningún pack de anuncios por televisión, por lo que no tengo ni idea de lo que acostumbran a anunciar.
Pero hoy sí. Hoy, domingo, he visto una película en televisión en casa de mis suegros después de comer y, supongo que gracias al shock que ha provocado en mí el llevar meses sin ver la publicidad que suele emitirse en la tele, me he dado cuenta de lo mucho que engorda la televisión a través de la publicidad.
En cada corte publicitario ha habido un mínimo de un anuncio de comida basura para cada posible perfil de telespectador:
- Unos cereales de desayuno para niños que hablan y dicen algo como “no hay nadie más chulo que mi culo” -no recuerdo la marca.
- Unas galletas para adolescentes con unos dibujos de un tipo forzudo y que parece ser contienen muchas vitaminas y minerales.
- Unas súper hamburguesas de restaruantes de comida rápida.
- Unas chocolatinas con crema de leche y no sé que más -que, por cierto, anuncia un jugador de baloncesto “muy sano”.
- Unas botellitas que prometen bajar tu colesterol por el bien de tu corazón.
- Un pan de molde sin corteza con vete a saber qué ingredientes pero también “sanísimo”, por supuesto, ¡y natural!, anunciado por un reputado divulgador científico.
- Unas barritas de chocolate para comerlas en lugar de la cena y así adelgazar.
Lo dicho, nadie se salva. Hay para todos…
¿Cómo no vamos a tener los índices de sobrepeso y obesidad que tenemos? ¿Cómo no vamos a querer comer todo eso? Especialmente los niños, con lo atractivos que son los dibujitos que acompañan toda esa porquería. Y bueno, los adultos también; ¡si lo dice Punset!
No ha habido ni un anuncio de verduras, de carne, de frutos secos, de pescado, de aguacate,… Sólo uno, en tres horas, de una manzana Pink Lady -he alucinado al ver una “manzana de marca”.
El resto azúcar, todo azúcar, ese dulce veneno. Triste…
La televisión la puedo criticar desde infinidad de bandos. Es un medio manipulador, distractor, generador de insatisfacción, de miedo a la exclusión social y de infelicidad por muchos motivos. Pero hoy no quiero aburrirte con eso.
Sólo déjame recordarte el mensaje que hoy quiero transmitir: ver la televisión engorda. Engorda porque te pone delante cosas deliciosas, muy dulces, algo que le encanta a tu cerebro, pero también muy dañinas, presentándotelas en un envoltorio especialmente atractivo, para que las desees y te sientas mal si no las consumes.
Quizás pienses que no tienes elección, pero sí la tienes. Siempre puedes escoger.
Puedes tener mucha “fuerza de voluntad”, controlar tus emociones -de eso se trata la publicidad, de manipularlas- y resistir la tentación una y otra vez. Pero para eso hay que ser muy fuerte, muy consciente, tanto como para hacer oídos sordos a tus instintos naturales -es súper natural que te encante lo dulce, en serio; durante milenios nuestra supervivencia ha dependido, entre otras cosas, de comer cosas dulces, eso sí, naturales y en verano. Puedes ver todos esos anuncios mil veces, notar cómo se despiertan sensaciones de deseo y luchar contra ellas repitiéndote en plan mantra yogi “no, no, no, no lo deseas, es tu mente corrompida, es malo, caca nene, control, control, om, mani, padme hum, ommmmmmm”. Sinceramente, creo que es demasiado complicado. La vida es más fácil.
Por eso te aconsejo directamente no verla y hacer un millón de cosas mucho mejores. En mi libro puedes encontrar algunas alternativas; te explico mi experiencia, mis motivos y mi transición hasta tomar la decisión de vivir sin TV. En mi caso ha sido de las mejores decisiones que he tomado en mi vida, aunque para ti no te puedo prometer nada.
Lo que sí puedo garantizarte es una cosa: si dejas de verla, adelgazarás.
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