No tenía intención de continuar la entrada anterior, ni la planteé como primera parte de nada, pero en ella comenté de pasada que hacía no mucho tiempo Norman Foster era un huracán que se remangaba la camisa y dije que alguna vez lo contaría aquí si no lo había hecho ya. (Obviamente, en seguida alguien me pidió que lo hiciera).
Suelo escribir tan compulsivamente que ni me paré a comprobarlo antes de publicar esa entrada. Lo hice después y vi que no lo había contado, así que creo que está bien hacerlo ahora. (También vi que no se remanga la camisa. La memoria es engañosa y, al menos en mi caso, magnifica las escenas y las hace más épicas aún de lo que ya son).
Titulo esta entrada "vestido de nazareno" para completar el dístico de Machado que transcribí el otro día, aunque los títulos resultan ahora cruzados. Hoy cuento lo del trueno y la semana pasada dije lo del nazareno.
En mayo de 2012 la empresa L&L Holding Company invitó a once estudios de arquitectura de fama internacional para que presentaran ideas para un rascacielos de oficinas que pretendían construir (conservando el 25% de la estructura del edificio existente(1)) en el número 425 de Park Avenue, en Nueva York. De esos once quedaron cuatro finalistas: Foster + Partners, Rogers Stirk Harbour + Partners, OMA y Zaha Hadid Architects, y se les pidió que participaran en una segunda vuelta para ver a quién le encargaban el proyecto.
Esa ronda final se filmó y tenemos a nuestra disposición un documento valioso de cómo venden sus dotes y sus cualidades tan grandes estudios. Vamos a verlo un poco(2).
Primero tenemos unos minutos de Zaha Hadid y de su inseparable (y a la postre heredero) Patrik Schumacher.
Tras una animación en 3D por ordenador, que nos da un paseo virtual por el edificio, vemos a Hadid y a Schumacher vestidos de negro riguroso y sentados ante sus clientes. Ella habla muy poco, esboza una fría sonrisa y en seguida toma la palabra él. Hadid está callada casi todo el tiempo. Schumacher describe los distintos datos del edificio como un técnico aplicado, pero aburrido, y los clientes escuchan en silencio. Alguno hace una pregunta. El arquitecto contesta y sigue su perorata. En una pantalla se proyectan imágenes informáticas fotorrealistas. En dos cajas-vitrina de metacrilato hay una buena colección de maquetas pequeñas que parecen representar algún proceso evolutivo y también hay al menos otra más grande. Parecen bellos objetos de regalo. (Tal vez lo sean y al final cada miembro de la mesa se lleve uno).
Da la sensación de una cierta desgana, de una excesiva rigidez. Como si el equipo de Zaha Hadid se conformara con cobrar lo que les hayan pagado por participar pero no desearan llevarse finalmente el encargo. Es como si hacer ese proyecto y aguantar a esa gente fuera un tostón.
Vemos a continuación la intervención de OMA.
Rem Koolhaas está sentado ante más gente que Hadid y Schumacher. También está vestido completamente de negro y también habla sentado ante una pantalla. Cuenta algunas cosas que piensa de Nueva York y que ya contó en su famoso libro Delirious New York, que muestra. Es una eminencia y un referente, y lo sabe. El neerlandés les está explicando a los neoyorkinos qué es Nueva York. Los arquitectos estrella somos así.
Hay imágenes más abstractas (o teóricas, o teoremáticas) del edificio, pero en seguida también aparecen las fotorrealistas.
Igual que en el caso anterior, vemos al arquitecto muy estático, y también bastante denso (esta vez por el peso teórico de lo que dice).
En una maqueta de todo el barrio, con todos los edificios blancos, una mano coloca el proyecto de OMA, de color marrón rojizo. Y con eso termina el fragmento de esa sesión y continuamos con otra en el mismo sitio en que hemos visto al equipo anterior. Una maqueta grande preside la mesa, y Koolhaas habla (aún más denso que antes) ante la pantalla en la que se proyectan imágenes un tanto frías del edificio. La perorata parece algo aburrida y él la va puntuando con muchos "eehh".
En los últimos segundos el orador y la mayoría de los oyentes están de pie, pero no por ello el discurso se hace más ágil, o más cercano. Es todo bastante envarado.
De Rogers Stirk Harbour + Partners tenemos dos vídeos (aunque más cortos):Aquí veo cambios notables (a lo mejor es mera arbitrariedad mía porque Richard Rogers me gusta más y me parece una persona más cordial y con más "sangre"). En el primero de estos dos vídeos vemos a Rogers de pie, también ante la pantalla, con las manos a la espalda sujetando una carpetilla y explicando las imágenes pasito adelante pasito atrás. Va con una chaqueta oscura pero con una camisa blanca sin corbata. Se le ve muy poco, porque en seguida toma la palabra su socio, también de pie, vestido más formalmente (chaqueta y corbata negras y camisa blanca). Mueve las manos (en una de las cuales tiene un pilot o similar) sin énfasis pero con ritmo. Solo por eso ya parece más cercano que los anteriores, aunque sigue siendo muy formal. En un momento dado se acerca a la pantalla y señala algún detalle, tocándola. Los anteriores no lo habían hecho. Parece mostrar más ganas que ellos.
En el segundo vídeo vemos a Rogers sentado, vestido más informalmente aún que antes, moviendo las manos y hablando con algo más de calor humano. Luego toma la palabra el socio que hemos visto antes y, tras una introducción en la que está sentado, se pone de pie y vuelve a señalar esta vez no una pantalla, sino unos paneles. Rogers termina también de pie con las piernas cruzadas y la mano apoyada en el respaldo de una silla.
Hasta ahora es la presentación más amena y más dinámica (dentro de la obligada formalidad) que hemos visto. Estos sí que parece que tienen ganas de verdad de llevarse el encargo.
Pero falta el trueno: Norman "Thunder" Foster, de Foster + Partners:
Foster sí que quiere conseguir el encargo. Lo primero que vemos es que está en camisa, de pie, y no ante una pantalla, sino ante un caballete en el que le van poniendo paneles como de cartón pluma. Los toca, los va comentando. En vez de pasar las imágenes en la pantalla con un clic, tiene un propio que le va alcanzando los paneles y los va colocando (con su ayuda) en el atril. Es el más activo hasta ahora, aunque solo sea por esa actividad física. Y los va explicando con despliegue gestual y con elocuencia.
En el minuto 0:55 vemos que mancilla uno de los exquisitos paneles con un rotulador gordo. Algo impensable en los anteriores equipos. Porque para Foster toda esa faramalla no tiene ningún valor en sí misma, como objeto de culto y adoración, sino el de permitirle construir otro edificio más, que es su único móvil. Y más tarde aparece un panel con un esquema a mano alzada. No el relamido colorín que le vimos hacer en su casa el otro día, sino un dibujo "de verdad". Un dibujo que explica una idea (como el del Salón de Reinos del Museo del Prado, que también mencionamos el otro día). Ante la sensualidad de los renders por ordenador (que también usa, naturalmente) vemos un sencillo dibujo a mano alzada con un esquema muy preciso y fácil de entender (y a mi juicio mucho más sensual en definitiva). Cuando los ordenadores nos permiten imágenes con todo todo todo Foster enseña una imagen con casi nada, con lo justo e imprerscindible para que las pocas ramas dejen ver el bosque, para que las ideas de arquitecto se impongan a los megabytes y terabytes de tanto brillibrilli.
Se mueve, toca los paneles, se expresa con las manos y el tono de voz, se gira... Es un actor de su propia obra, un juglar de su romance.
En el segundo asalto lo vemos sentado, con chaqueta negra pero camisa y corbata rosas, y sigue tocando los paneles. (El primero lo sujeta con una mano mientras lo mantiene apoyado en los brazos de una silla).
Luego vemos otra colección de maquetas de poco tamaño, como las de Hadid Architects, pero Foster las toca, las explica con gestos, les añade las piezas de remate allí mismo, para que los clientes no las vean como meros objetos decorativos, sino como elocuentes portadoras de una idea de arquitectura, de un motor de proyecto.
¿Es todo una mera representación? Pues claro que sí, pero es la representación que los clientes necesitan, y, sobre todo, es la que necesita esa idea de arquitectura, ese germen de edificio que quiere vivir, que quiere hacerse realidad.
Vamos, que me imagino al presidente de la L&L Holding Company sacando allí mismo la pluma gorda de firmar contratos y diciéndole a Foster: "¡No puedo esperar un segundo más!"
Aparte de todo eso (¿o a lo mejor es por eso?) el proyecto de Foster + Partners me parece muy bueno. Hay una cosa que me gusta menos, y sospecho que a Foster también(3), pero creo que es muy bueno.
Y estoy seguro de que el que comenté el otro día -el de J. P. Morgan- es más anodino y más flojo porque Foster ya no ha estado al frente, sino que se ha relajado y se ha quedado en su casa disfrutando de la vida con los lápices de colores. Hace muy bien. Se lo ha ganado. Pero es una pena para la arquitectura, porque cuando se remanga (metafóricamente, aunque mi memoria me engañaba y creía que realmente) es imbatible, es el número uno. Es un trueno.
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(1).- La ordenanza permitía la ampliación del edificio existente si se conservaba al menos el 25% de su estructura. Esa fórmula era la que obtenía el máximo de edificabilidad y, por lo tanto, de rentabilidad, y a la propiedad le pareció lo más rentable a pesar de la incomodidad del planteamiento y de la dificultad de la construcción. (Se explica bastante bien aquí).(2).- Los vídeos que pongo son fragmentos de pocos minutos de las exposiciones de cada equipo. Incluso se aprecia que son compendios muy resumidos de sesiones distintas. Sé que no es justo comentarlas habiendo visto solo estas escuetas muestras, pero es lo que tengo. Además creo que sí que acentúan lo más importante.(3).- Me refiero -y mi opinión es caprichosa y muy poco consistente- a que el edificio es muy neoplástico (sobre todo en sus remates), a base de paralelepípedos y de planos verticales y horizontales; y esa transición oblicua entre dos cuerpos, ese plano inclinado de vidrio con la estructura triangulada, no pega nada y va en contra de la idea volumétrica general. Y digo que a Foster no le debe de gustar tampoco mucho porque en las axonometrías a mano alzada no está, y en las maquetas pequeñas tampoco, mientras que en las infografías solo se enfatiza desde dentro, como gran mirador sobre la ciudad, pero no tanto en la imagen exterior del edificio.