Viaje por Aquitania. Parada 3: Saint-Émilion y Bergerac

Por Patriciaderosas @derosasybaobabs

Tras dos días de intensa maratón por Burdeos y alrededores (como os enseñé en las entradas que publiqué hace unos días y cuyos enlaces os dejo aquí y aquí), decidimos pasar una noche en Saint-Émilion, un precioso pueblo vinícola a unos 45 minutos de Burdeos.

Al viajar con una niña, descartamos la opción de visitar bodegas y nuestra idea se centraba en conocer el pueblo, comprar algunas botellas de vino y descansar en algún hotel bonito. Saint-Émilion forma parte del patrimonio de la humanidad por la UNESCO desde 1999 y no hay una calle que desmerezca el título. Con pendientes muy pronunciadas y pavimentos empedrados, todo este pueblo medieval parece haber salido de una película.

Se pueden hacer visitas guiadas, subidas al campanario de la Iglesia para contemplar las vistas, rutas en bicicleta desde los viñedos, visitar las diversas vinotecas que hay por sus calles,…y por supuesto, comprar los famosos macarons de Saint-Émilion (una receta de 1620 de las hermanas Ursulinas que se instalaron en el monasterio del pueblo). Nosotros nos dedicamos simplemente a pasearlo y a disfrutarlo, sin prisa y sin planes. Comimos fenomenal en un restaurante cualquiera que nos habían recomendado y, como era noviembre, no tuvimos que sufrir el agobio del turisteo. Tan relajados y desconectados estuvimos, que apenas tengo fotos de esta parte del viaje para enseñaros. Recuerdo haber hecho algún stories para instagram y poco más…

Para pasar la noche, quisimos buscar un alojamiento un poco especial. Nos habían recomendado pasar la noche en algún château de la zona de viñedos y sin duda fue una elección fantástica.

El recorrido es una preciosidad, extensiones infinitas de viñedos que en esta época del año tenían un color espectacular. Nuestro château era el de la imagen que os enseño a continuación (y que pertenece a la web del mismo), pero da lo mismo uno que otro. Todos son un espectáculo. Nosotros pedimos una habitación con vistas a los viñedos y el atardecer fue un espectáculo.

Al día siguiente, después de desayunar volvimos a Saint-Émilion a comprar algunas botellas de vino ya que la víspera habíamos sido incapaces de decidirnos entre tanta variedad y habíamos tenido que hacer una pequeña labor de investigación y lectura nocturna.

Y dirigiéndonos hacia nuestro nuevo destino, paramos a comer en Bergerac, ya en el departamento de La Dordogne. Quizá, como se trató de una parada no planificada, no esperaba encontrarme con un pueblo tan bonito. La parte antigua, llena de jardines floridos en torno a los cuales hay muchísimas cafeterías y restaurantes, es un conjunto laberíntico de calles y plazuelas con una arquitectura maravillosa.

Y por supuesto, fuimos a ver a Cyrano y a su enorme nariz.

Y continuamos camino, dirigiéndonos hacia el lugar que más ganas tenía servidora, la cuna del Río Dordoña donde visitaríamos algunos de “les plus beaux villages de France”. No os perdáis el próximo post sobre este viaje, os aseguro que os va a gustar.

Un adelanto…

Pat