Así las cosas, Vicente Valero, en esta segunda entrega de su particular recuperación de la memoria colectiva e histórica de este país —tal y como el propio escritor mallorquín nos contó en la pasada FLM16—, se aloja sin miedo en las fronteras de su pasado y su presente, para de ese modo, repasar las grietas que las experiencias de la vida han ido dejando no sólo en él, sino también en sus amigos. La magnífica secuencia que abre esta novela, Las transiciones, y que nos traslada hasta el funeral de su amigo Ignacioya nos habla de esa capacidad innata del mallorquín para fundir los territorios de la ficción y la no ficción sin que sepamos muy bien a qué pertenece cada extracto de la novela, pues los recuerdos caminan de la mano de una secuencia narrativa que nos sustrae de la realidad, para introducirnos en esa otra historia que de verdad nos quiere contar el escritor. Esos dos planos de superponen con unos elementos de unión muy bien traídos, igual que si fueran planos cinematográficos, y que condensan aquello que se nos quiere contar de una forma sutil y prodigiosa, invitándonos una y otra vez a seguir atravesando las puertas abiertas de la memoria.
Ángel Silvelo Gabriel.