El acierto de Vicente Valero a la hora de plantearnos cada una de las historias, es el de mostrárnoslas a través de una tensión narrativa, que en forma de enigmas, el narrador nos va resolviendo a medida que avanza la lectura de cada uno de los relatos, para de esa forma hacerse con la atención de lector hasta el final. Las tres primeras: Breve historia del teniente Marí Juan, Reaparición y muerte de nuestro tío Alberto, y Danzas y olvidos del artista Cervera, tienen una estructura similar, pues todas ellas deviene en dos partes, en las que las primeras siempre son el foco de atención que sitúan al lector dentro del personaje, y las segunda, donde Valeroda una salida o solución a cada una de las vidas planteadas que, al hacerlo de una forma amena y muy cercana, hacen que el lector se identifique con facilidad y naturalidad con aquello que le están contando. Este rescate de la memoria tiene un ingrediente más sentimental o melancólico en la última de las historias, La tumba del comandante Chico, donde el relato de Valero nos recuerda a las partes de la reconstrucción de pasado que Javier Cercas adoptó en su famosa novela Soldados de Salamina. Esa recreación de una vida que acaba en el mayor de los olvidos, se transforma aquí en una reivindicación sin tapujos de este extraño que, a pesar de sus dotes para haber sido una eminencia de su tiempo, acaba difuminado (por sus ideales) en una biografía de perdedor. Un perdedor que por arte de la literatura, en este caso, se convierte en la viva imagen de aquellos héroes anónimos que dejan de serlo cada vez que alguien se acerca a leer su particular historia.
Hay algo más en todas las historias que nos plantea Valero en estos relatos biográficos, y es la necesidad de sus protagonistas de derribar la barrera de la insularidad que, a modo de aislamiento, intentan romper todos ellos para poder rienda suelta a sus necesidades vitales, esas que nada ni nadie nos pueden reprimir. Todos ellos, a su manera, lo consiguen, aunque todos ellos también, paguen un alto precio por ellos Este quizá sea el elemento subyacente y rompedor que hace de este libro un original ejemplo de grito de libertad. Una libertad que ya viene en su planteamiento como material narrativo, y que se abate sobre él, en la forma de ver y reinterpretar este conjunto de reconstrucciones de biografías de los recuerdos.
Ángel Silvelo Gabriel.