Violencia es un poemario que, construido bajo una tensa atmósfera de ahogo constante, supone una exploración de la agresión física y psicológica en la mujer, pero también sobre aquella que se encuentra en el propio lenguaje, convirtiéndose este entonces en una herramienta de doble filo que dificulta el acto de decir, de denunciar.
Bibiana Collado, asume ese riesgo y, a través de la palabra poética, señala el daño, apunta a la herida para que su recuerdo cicatrice y lo oculto se haga luz.
La poesía nos permite acercarnos a todo aquello que no se puede decir, a todo aquello para lo que no encontramos palabras o estas resultan insuficientes ¿y qué hay más indecible que la violencia? La poesía dota al lenguaje de un espesor especial, de una densidad que abre la significación y que, por eso mismo, constituye el instrumento ideal para señalar la herida.
En el poema "Eres docente y, de alguna manera, los profesores ejercen cierta influencia en los alumnos. En el poema "EjemplaridadEn este poemario has pretendido visibilizar un tema tabú como la violencia de género. ¿Crees que la poesía sigue siendo a día de hoy, como dijo Gabriel Celaya, Muchas gracias por tu atención y por tu gran generosidad. Mucha suerte con tu poemario, Bibiana. Cristina Matute Martín Fernando Mañogil Martínez "un arma cargada de futuro"? " tratas este tema. ¿Ser docente implica que tengamos que ser ejemplares en nuestra vida diaria? ¿Hasta qué punto? Abolladura" aludes al autoconvencimiento de la víctima por restarle importancia al maltrato. ¿Es mejor vivir con incertidumbre? ¿Minimizar el daño ayuda a sobrellevarlo?Decir algo es hacer algo. Y yo quería hacer con este poemario. Sin embargo, cuando hablamos de violencia, decir no resulta sencillo porque el lenguaje está lleno de trampas y desautorizaciones que desvirtúan las palabras de la víctima.
Verbalizarlo es fundamental, pero resulta mucho más complicado de lo que se pueda pensar. Primero es necesario reconocerse víctima, con todo lo que conlleva; después, estar dispuesta a pasar por un largo camino de señalamientos, desacreditaciones y asumir las consecuencias que hoy en día sigue teniendo algo así. Porque sí, decir lo que nos pasa tiene consecuencias reales en nuestras vidas profesionales y personales.
Por supuesto, ninguna sociedad es capaz de digerir y hacer desaparecer en unas pocas décadas todo lo que tenemos a nuestras espaldas. El mayor peligro consiste, precisamente, en autoengañarnos y creer que todo eso está superado. Desgraciadamente, forma parte de nuestra identidad, por eso resulta tan doloroso reconocer que se han modificado las formas, pero la potencialidad del daño pervive en el fondo.
Se sigue esperando de nosotras que seamos moderadas, que evitemos la confrontación, que seamos mediadoras, que no alcemos la voz, que no demos golpes en la mesa ni portazos al salir. Se nos enseña a agradar con todo nuestro cuerpo, también con nuestras palabras. Lo que en un hombre supone entusiasmo, energía o ímpetu es interpretado en una mujer como desmesura, dramatismo o nerviosismo. Ellos pueden decir, nosotras no. Y si lo hacemos, se nos castiga.
El mayor peligro de decir la violencia es que se banalice al ser dicha, que las palabras no sean capaces de recoger el daño y lo conviertan en un relato fláccido. Ese era mi mayor temor al abordar este proyecto, por eso el libro reflexiona todo el tiempo sobre cómo decir.
Por supuesto que puede alguien acostumbrarse al dolor. Todas soportamos un dolor de baja intensidad pero constante a lo largo de nuestra vida, desde diferentes esferas. En algunas ocasiones ese dolor se agudiza durante periodos en que podemos perder incluso la perspectiva de su intensidad porque nos han enseñado a doler desde pequeñas. El gran reto es tomar conciencia de ese dolor y decirlo.
No. Siempre me ha producido un extrañamiento terrible esa posición. He leído a muchísimos autores aludiendo a ese paraíso perdido de la infancia y no puedo compartir la imagen. Yo soy una mujer y desde pequeña me enseñaron los peligros de ser mujer y sus restricciones y vi cómo se comportaban con las mujeres de mi entorno y me vi a mí misma creciendo entre espinas. Yo creo que la felicidad se lucha y se conquista con los años, ya en la edad adulta.
Nada ayuda a sobrellevar el daño, aunque son muchos los mecanismos que se generan para que nuestro mundo no se desmorone. Supongo que debería ser una psicóloga quien contestara a esta pregunta, no una poeta. No obstante, a mí la literatura (y el arte en general) sí me ha ayudado a sobrevivir.
No. El docente es una persona con sus contradicciones y sus heridas, como todo el mundo. Reconocerlo es sano. Lo que caracteriza al profesor es su capacidad de compromiso para acompañar al alumnado en su proceso particular y colectivo de aprendizaje, académico y vital.
En el poemario el miedo merodea continuamente, pero en los poemas "Calcomanía" y "Replay" se nombra de manera directa. ¿El miedo es el gran enemigo de nuestra sociedad? ¿Tiene el poder de manipularnos? ¿Sabrías decirnos cómo desprendernos de él?
Por supuesto que el miedo condiciona nuestras vidas. Yo tengo miedo a señalar directamente, como lo tienen muchas mujeres. Y si lo tenemos es porque nos enfrentamos a consecuencias reales.
Sí, creo que abre puertas de habitaciones oscuras y señala hacia heridas ocultas. Y eso es necesario.
Cristina Matute Martín (Elche 1992) es Graduada en Español: Lengua y Literaturas por la Universidad de Alicante y ha realizado el Máster Universitario en Formación del Profesorado de ESO, BACH, FP y EI en la Universidad Miguel Hernández de Elche.
Actualmente, es profesora de Lengua Castellana y Literatura en el IES Los Montesinos-Remedios Muñoz.