La violencia sexual se comienza a reconocer como problema de salud debido a la evidencia sobre su existencia, la denuncia de grupos sociales, las implicaciones de gran trascendencia personal, familiar social y los altos costes de prevención y control.
Dentro del colectivo de los adolescentes la violencia sexual es un concepto complejo que se asocia en un primer plano con el acto de la violación («es violar o tener relaciones sexuales, forzando a alguien a tener sexo»). En planos más profundos, sobre todo en el caso de las chicas, la violencia sexual también se asoció con otras formas de violencia (tocamiento, manoseo, insistir, acosar, maltratar, violencia verbal, etc.).
Las consecuencias en las víctimas adolescentes que se pueden dar a partir de haber sufrido violencia sexual son principalmente de tipo psicológico (miedo, odio, asco, desvaloración, pérdida de autoestima, etc..), así como la posibilidad de un embarazo no deseado con sus respectivas consecuencias y el riesgo de contraer cualquier tipo de enfermedad de transmisión sexual.