Todo, todo, chocolate.
Y como era de esperar, subimos a la primera planta donde se encuentra la cafeteria. Una organización perfecta. Una atención fascinante, siempre con una sonrisa y educadas. Y mira que era tal la afluencia de público, que tuvimos que esperar 40 minutos. Y por supuesto, que esperamos. Sólo la taza de chocolate caliente con marshmallows flotando, estaba de muerte. Y qué decir de los pasteles ...
Ese día ya marchábamos de Londres. Lástima. Porque 3 días despúes, Christine visitaba la tienda y firmaba los libros. Intenté quedarme pero ya sabeis que pasa con reservas de hoteles, viajes y demás. Imposible.
Pero fué increible. Y un lugar muy precioso. La verdad.