Formo parte de un grupo de amigos de la gastronomía, "cocinicas" y "cataollas" todos, que hemos coincidido en varios cursos de cocina y que nos gusta visitar lugares relacionados con el buen yantar.El pasado día 9 de octubre visitamos las Bodegas de Marcelino Serrano, en Alcalá la Real, Jaén, una bodega familiar de pequeña producción donde cuidan con mucho mimo los vinos que producen.
Enclavada en un lugar privilegiado, con unas vistas inigualables de la comarca y del Castillo de la Mota, las bodegas son una recuerdo de que Jaén, y sobre todo Alcalá la Real, fue tierra de viñedos desde la Reconquista, produciendo los mejores vinos, llegando a ser elegidos por los Reyes Católicos para su consumo y logrando obtener de Dª Juana de Castilla "la Loca", el privilegio de introducirlos en Granada y venderlos en exclusiva.
En el siglo XIX la filoxera se encargaría de que el paisaje de la provincia cambiara los viñedos por los olivos actuales, pero siguen quedando pequeñas bodegas como ésta, en la que el vino se sigue produciendo de manera casi artesanal.
Por cierto, la joya de la bodega precisamente es su "Privilegio de los Reyes Católicos", un vino que lanzan cada dos años más o menos (está a punto de salir) y que es conocido fuera de nuestras fronteras hasta el punto de que ya se ha vendido más de la mitad de la producción antes de que salga a la venta. No es necesario que diga que nosotros reservamos el nuestro...
Fue el propio Marcelino el que se encargó de enseñarnos el proceso de elaboración de los distintos vinos que producen: recepción de la uva, maceración y fermentación, filtrado, envejecimiento en barrica, en su caso, etc.
Escucharlo con la ilusión y cariño con la que habla, ver el nivel de exigencia que se autoimpone, el afán de superación que tiene y la innovación con vinos nuevos en la que se haya inmerso, hace imposible que no te contagie y te haga preguntar, saber, y querer conocer un mundo en el que, sinceramente, aún estoy más que verde.
Seguidamente, su hija Blanca, la enóloga de la bodega, nos condujo en una cata hedonista en la que nos hizo reconocer multitud de tonalidades, aromas y sabores con un entusiasmo tal que era imposible no participar y opinar sobre ellos.
Mientras tanto, Marcelino preparaba un festín con embutidos y quesos de la zona, para que, una vez terminada la cata, pudiéramos seguir degustando nuestro vino favorito con ellos, mientras aprendíamos un poco más sobre esta bodega.
Como yo sabía que las visitas terminaban así, no pude evitar llevar un postre, la Tarta de queso con uvas y gelatina de moscatel, ideal para esta ocasión y con la que descubrimos que su "Blanca María fermentado en barrica" marida a la perfección.
Fue una experiencia tan enriquecedora y amena, que ya tenemos una segunda visita fechada para la próxima primavera.
Si crees que te he relatado esta visita para darte envidia, estás equivocado: las Bodegas de Marcelino Serrano reciben visitas todos los fines de semana y a todos los tratan con la misma amabilidad y hospitalidad con que nos recibieron a nosotros, así que no lo pienses y hazte una escapada para conocerlos.