Merece mucho la pena ver detenidamente el Templo de Zeus y la Catedral, así como la plaza Tetrapylon, pero lo mejor es la tranquilidad que se respira al visitar estas ruinas romanas.
Darse cuenta que para las gentes de esta ciudad, pasear por estas ruinas es como hacerlo por un paseo marítimo, que sus amplias calzadas romanas son el espacio público que siguen disfrutando hoy en día, y que las familias se juntan allí a verse. El pasado es para ellos parte del presente, y por tanto, no te sientes como un turista al visitarlo sino como parte de la ciudad.
Al ponerse el sol, vuelta a la capital con algo de atasco pero sin mayor novedad, por suerte nuestro hotel estaba a las afueras de la ciudad por la zona norte, y era fácil llegar sin complicarnos demasiado. Al día siguiente nos tocaba la jornada más larga de las vacaciones, y nos íbamos a dirigir al sur del país.