Vivanda (gracias, de nuevo, a las pistas de E.) en Barcelona. Restaurante de menús y comidas de trabajo en el corazón de Sarrià. Muy cerca de su mercado. Jordi Vilà y parte de si equipo de Alkimia reinventan el lugar. Redecoran (¿quizás las mesas están demasiado pegadas?) y proponen un local para el tapeo de clase, para las medias raciones compartidas. Para la relación desenfadada y abierta. Todo el equipo comparte esa idea y cuesta un poco amoldarse al protocolo cero que practican. Pero no lo critico. Son simpáticos, tienen información, explican las cosas y te hacen sentir cómodo.
Para picar: buñuelos de bacalao de muy buena consistencia, aunque algo aceitosos. Con cierto deje "a brandada". Verduras en wok, muy al dente pero con una salsa que las ahoga en demasía. Bien el toque sutil del gengibre. Delicioso el canelón de pollo, sutil pero lleno de sabor. Tataki de atún con salsa de soja: muy en su punto. Huevo poché estrellado: si las patatas en mandolina no quedaran tan tiesas (cortadas al milímetro y fritas al segundo, otra vez demasiado aceitosas) y se pudiera perpetrar el deseado revuelto in situ, el plato sería genial. El huevo, per se, superior. Cava Valldolina brut nature (11,5%) de Olesa de Bonesvalls. Macizo del Garraf de nuevo. Que le den ya la sub DO, por favor. O que se vayan de la DO Penedès. Cuerpo. Consistencia. Burbuja deliciosa. Las tres variedades clásicas y un poco de chardonnay: estructura y sapidez en boca. Fresco. Manzana ácida. Levadura. Un descubrimiento ecológico por 11,90 € en el restaurante.
Platillos (casi medias raciones, pero completas, suficientes para una cena: uno se queda perfecto): Suquet de rape: algo corto de cocción. Carpaccio de buey con parmesano y rúcula: entre los destacados. Lo mejor: la presa ibérica con puré de patatas (foto superior). Jugosa presa, muy sabrosa, cocción a la brasa ideal, qué mejor acompañante que un gran puré. La disfruté de veras. El vino no estuvo a la altura. Dominio de Tares Cepas Viejas 2007. Tenía en la cabeza el 2006 y a este 2007 le pesa demasiado en boca el roble de Missouri. Su nariz es agradable (moras, yogurt de frambuesa), pero cuando gana temperatura en copa, su boca acaba haciéndose pesada. No sé qué pasará con el paso del tiempo en botella, pero ahora mismo la fruta acaba muriendo en el grano de la madera americana. La francesa debiera ir sola aquí.
Postres: Coulant de chocolate con helado de avellana y babá al ron no levantaron pasiones. Tatin de manzana: gustó bastante, aunque dio la sensación de cierta industrialización (me quedé con la duda de si la masa es suya), aunque su sabor era rico y la manzana (sin crema inglesa, ¡bién!), en su punto de caramelo. Lo mejor para mí (foto inferior): el ganache de chocolate con naranja. La carta dice eso, pero miente. Es mucho más: es pan con chocolate, aceite y sal y el toque de la naranja en el corazón del chocolate. Merienda de niños, sin más. Pura delicia. Muy logrado. Las copas (Riedl) y el servicio del vino, muy bien, aunque la carta ofrece pocas emociones. Los vinos dulces: su gran asignatura pendiente. Un desierto donde sólo te pueden ofrecer PX de Lustau (a mí no me emociona esa PX) y ese tremendo PAR de naranja...El sitio es agradable y, diría, tiene que ser muy agradable si no está lleno. No hablo de la terraza (que es lo que todo el mundo pondera) porque había llovido y no se usó esa noche. Pero con el buen tiempo, hay que tener en cuenta esa opción, sin duda.
Salimos a 40 € por cabeza habiendo tomado 10 entrantes, seis platillos, seis postres, cava, un Botani 2009 (ni hablo de él), el Dominio de Tares, aguas y un cortado. Volveré, sin duda, pero espero que le echen ganas a las cosas que pueden mejorar. Son jóvenes. Trabajan mucho y con ganas. Que se pongan a ello y no se conformen. La fórmula, parece, funciona también al mediodía con nuevos menús a un precio muy adecuado (he leído que sobre los 11 €).