Testigo de una época y notaria de los cambios que se van produciendo a lo largo de las décadas en los EE.UU., Maiernos proporciona, quizá sin proponérselo, la medida justa de aquello que denominamos como progreso, aunque en este saco, sea bajo una mirada más sociológica y no tanto tecnológica (que también). Gracias a ella disponemos de una gran arsenal fotográfico de cómo eran y cómo se manifestaban los menos favorecidos que, a lo largo de sus múltiples instantáneas, nos recuerdan el valor de las pequeñas cosas, pues esa es, sin duda, una de las característica de las fotografías de Vivian Maier: la majestuosidad de lo cotidiano, porque a buen seguro, no hay nada más apabullante que una sonrisa, un beso o la verdadera dimensión de un gesto de contrariedad o sorpresa, donde la naturalidad y lo espontáneo juegan un papel primordial.
La exposición que nos ofrece la Fundación Canal hasta el próximo 16 de agosto en Madrid, bajo el estricto nombre de Street photographer, está divida en diferentes espacio teñidos de múltiples colores que abarcan campos temáticos como: la infancia, retratos, formalismos, escenas de calle, autorretratos, fotografías en color y algunos vídeos, en los que la espontaneidad de las escenas se hace en ocasiones enternecedora, cuando no nos arranca un gesto de sorpresa, por lo que esas imágenes tienen de documento ilustrativo de una época ya difuminada por el paso del tiempo. Del mismo, modo, la sección dedicada a las fotografías en color, nos muestran a una Vivian Maier más libre a la hora de elegir sus objetivos, pues la ligereza de su cámara fotográfica ya le permite prescindir del trípode a la hora de captar tanto a sus anónimos héroes como a las arquitecturas que le llamaban la atención.
En definitiva, gracias a la cualidad del anonimato de Vivian Maier, hoy podemos disfrutar de un impresionante mundo fotográfico, en el que somos conscientes de cual fue su distancia como artista respecto de las historias de la calle.
Ángel Silvelo Gabriel